Verdad del Cristianismo – Ratzinger – Summary
¿La verdad del cristianismo?
Tomado de “Fe, Verdad Tolerancia”, 2005. Basado en varias conferencias de los años 199 y 2000.
Joseph Ratzinger
La fe, entre la razón y el sentimiento
(1) La crisis de la fe en la actualidad
Heisember, en sus diálogos entorno a la física atómica en 1927, afirmaba que no existe contradicción entre las ciencias naturales y la religión porque eran esferas completamente distintas que no se hallaban en competencia. Las ciencias se ocupaban de lo que era verdadero o falso (faceta objetiva), la religión de lo que era bueno o malo (faceta subjetiva). Él mismo dice a continuación “No me siento a gusto con esta separación. Dudo que las sociedades humanas puedan vivir a la larga con esta estricta separación entre saber y creer”. Su interlocutor Wolfan Pauli dice que “esta separación podría servir como un recurso de
emergencia para tiempos muy limitados. Podría llegar un tiempo en que las metáforas de la religión actual no poseyeran ya fuerza convincente. Me temo que entonces se derrumbaría también la ética y sucederán cosas espantosas”. Efectivamente, en 1932 comenzaron los doce años del nacionalsocialismo en Alemania, con sus consabidos horrores. Después de la guerra, la nueva constitución de Alemania Federal, adoptado con “responsabilidad ante Dios” quería ser la expresión de la sujeción del derecho y la política a los grandes imperativos morales de la fe bíblica. Setenta años después, las antiguas certidumbres religiosas se han desmoronado en muchas partes. Y existe el temor de que desmoronen incluso los sentimientos humanitarios.
La Ilustración tenía como lema “la religión dentro de los límites de la mera razón”. Pero esta religión puramente racional se hizo pedazos muy pronto, pues carecía de vigor que sustentara la vida. La desintegración de las religiones antiguas y la actual crisis del cristianismo demuestran que cuando una religión no puede armonizarse ya con las certidumbres elementarles de una concepción del mundo y de la vida, entonces se extingue. Pero, a su vez, la religión necesita también una adquisición de poder que vaya más allá de lo pensado por uno mismo, porque solo de esta manera es admisible la exigencia absoluta con que esta adquisición de poder se alza en el hombre. Y así, después de la Ilustración, se le buscó un espacio donde no estuviera impugnada por el avance de los conocimientos racionales. A esta religión se le asignó el “sentimiento” como su parcela propia dentro de la existencia humana.
Pero, la religión no puede restringirse a un nivel sectorial porque existe precisamente, para integrar al hombre en la totalidad de su ser, para vincular entre sí en entendimiento, el sentimiento y la voluntad. La religión no debe arrogarse la pretensión de resolver los problemas que posean sus propias leyes, pero debe capacitar para adoptar decisiones últimas, en la que está en juego siempre la totalidad del hombre y del mundo. Sin embargo, hoy vivimos en una situación desgraciada en la que dividimos al mundo sectorialmente. Con esto podemos alcanzar algunas cotas que hasta ahora impensadas. Pero quedan así sin respuestas las preguntas de la verdad y del valor.
La crisis de la actualidad consiste precisamente en que quedan sin comunicación el ámbito objetivo y el subjetivo; en que la razón y el sentimiento se van distanciando y de esta manera ambos se enferman. La razón especializada sectorial es muy poderosa, pero no puede penetrar las preguntas fundamentales del hombre, porque esta especialización es la estandarización de un tipo único de certidumbre. La religión también enferma porque se desliga de los grandes contextos mentales y se limita a prometerle al hombre más poder y más satisfacción. Y este daño no lo está sufriendo solo en cristianismo sino el Islam y las religiones hindúes, etc
[p 128] Las cosas no pueden ser de otra manera: la razón y la religión tienen que volver a acercarse la una a la otra, sin disolverse recíprocamente. No se trata de salvaguardar los intereses de las antiguas corporaciones religiosas. Se trata del hombre, del mundo. Ambos no pueden salvarse si no llega a verse a Dios de manera convincente.
(2) El Dios de Abraham
El objetivo de este estudio es dejar patente la racionalidad interna de lo cristiano. [p 129]Aquí tropezamos con una dificultad. La fe cristiana no es un sistema. No puede presentarse como un edificio acabado del pensamiento. La fe cristiana es un camino, y es propio de un camino que solo entrando por él se le reconozca que uno va caminando por él.
El camino comienza con Abrahán. Abrahán era un ser humano que sabía que Dios le había hablado y que plasmó su propia vida con arreglo a ese diálogo. ¿Qué podemos decir de ese Dios? No se presenta con la pretensión monoteísta de ser el único Dios de todos los hombres y del mundo entero. Pero tiene una fisonomía específica: no es el Dios de una nación determinada y de un ámbito como los aires o las aguas [p 130]. Es el Dios de una persona, Abrahán. Esto tiene tres consecuencias:
a) Es un Dios translocal: tiene poder en cualquier lugar a favor de esa persona que le pertenece. Puede hasta distribuir países porque no está vinculado a ninguno.
b) Es un Dios transtemporal: actúa principalmente en el futuro; lo esencial es la promesa. El presente queda relativizado porque la persona que sigue a ese Dios tiene que estar mirando al futuro, hacia algo distinto, hacia algo mayor.
c) Es un Dios santo: porque a) es benévolo, b) porque reclama del hombre una integridad moral.
(3) Crisis y dilatación de la de de Israel durante el destierro
[p 131] Tras Abrahán parece que la religión de Israel se va pareciendo más a las religiones del próximo oriente en cuando que Dios parece el Dios de un pueblo: pacto con las 12 tribus; formación de la monarquía, edificación del Templo, detallada legislación cultual. En el destierro, sin embargo, queda claro que no es como los otros dioses. Un dios que dejara que su pueblo y su templo fueran derrotados, ese dios desaparecería. Pero en el destierro