Exito y fracaso: su sentido

Se nos dice qe tenemos que trabajar bien y con afán apostólico, como conecuencia lógica, medrar, ganar un proporcional pretigio y dinero. Pero es dificil ditinguir cuándo trabajamos bien por egoismo y cuando oor amor de Dios.

No podemos tampoco caer en una moral protestante calvinista en la que se piensa que el éxito material es señal de bendición de Dios y el fracaso una señal de rechazo de Dios.
En esta clase vamos a aprender a enfrentarnos al éxito y al fracaso desde una perspectiva cristiana. Esta capacidad tiene en estos tiempos una importancia especial porque vivimos en una sociedad economicista, donde el éxito y el fracaso han cogido unas proporciones gigantescas, pasado a ser equivalentes a la felicidad o la infelicidad.

Una sociedad economicista es una donde el valor de las personas depende de lo que son capaces de hacer o de producir. El fin de la sociedad y de las personas es producir la mayor cantidad de bienes, de forma que las personas puedan tener la mayor cantidad de cosas. En esta mentalidad, la valía de la gente se mide por sus realizaciones, por su curriculum, en definitiva, por sus éxitos. Los medios de comunicación nos ofrecen continuamente el testimonio de los triunfadores.
Esto tiene muchas consecuencias. Entre las más interesantes está el que, al ser la capacidad de producir un valor muy masculino, la sociedad está midiendo el valor a las mujeres de la misma forma que el de los hombres: por lo que mandan, por lo que ganan, por su capacidad de valerse por sí mismos, etc. Se piensa que una mujer que, por ejemplo, no mande o no tenga poder, está menos realizada que una que mande. Esto produce mucho stress y entorpece la construcción de una sociedad armónica.
Por otro lado, una consecuencia positiva del economicismo, de la sobre-valoración del éxito, es que adquirimos una enorme pena por el fracaso: tenemos una auténtica compasión por los que no pueden producir: los impedidos, los desposeídos, los enfermos, los ancianos. Esta enorme pena, viene de imaginarnos nosotros en esa situación y sentir que no tendría sentido nuestra vida.
Aunque esto es una clase sobre cómo bregar con el fracaso, no es, sin embargo, una terapia para el fracaso. No pretende esta clase darnos una técnica para no sentirnos mal ante un fracaso o no perder la cabeza con un éxito. El objetivo de esta clase es ver qué lecciones tienen para nosotros los éxitos y los fracasos, que son una de las vivencias más intensas que experimenta un hombre.
El fracaso consiste en que no se realiza el objetivo de una acción, no se alcanzan los fines propuestos.  ¿A qué se debe el fracaso? A dos grupos de causas:
1) A que nosotros no hicimos lo que debíamos haber hecho;
2) a que las circunstancias no resultaron favorables, fuera de lo previsible (si hubieron sido previsibles entonces sería un fallo tipo 1, un fallo nuestro)
1. ¿A qué se debe que nosotros no hagamos lo que debíamos haber hecho? A falta de inteligencia o a falta de voluntad. Todos los seres humanos venimos al mundo con un defecto de fábrica, que hace que nuestra voluntad e inteligencia no encuentren siempre la verdad y el bien. En la medida que nuestro fracaso se deba a un fallo nuestro, debemos arrepentirnos y dolernos, para sacar de la caída una lección y un impulso a hacerlo mejor la próxima vez.
Un aspecto decisivo de la madurez de las personas es aprender a triunfar y fracasar, que significa:
1) conocer la diferencia entre lo que somos y lo que quisiéramos ser;
2) saber que nunca vamos a eliminar ese gap completamente; aprender a vivir con ese sinsabor y
3) no dejar nunca de tratar de cerrar este gap, a pesar de que nunca alcanzaremos aquí el éxito.
En la lógica cristiana, el triunfo consiste en morir luchando. Hay muchos defectos que no desterraremos, muchas metas que no alcanzaremos. Pero si morimos luchando contra ellas, no claudicando, no aceptándolas, entonces hemos triunfado: iremos al cielo; seremos santos.
2. Cuando los fallos no sor por nuestra culpa. Una parte importante de nuestros fracasos se deben a circunstancias fuera de nuestro control. Nosotros hemos hecho lo correcto por nuestra parte, pero las cosas no salieron. ¿Cómo interpreta esto el pensamiento cristiano?
Una de los rasgos más distintivos del cristianismo e islamismo es creer en la providencia: la historia está siendo llevada por un Dios, la historia de la humanidad y de cada una de las criaturas. Todo es una sinfonía perfecta, donde la miríada de ruidos acaban armonizándose en una sublime melodía que canta la perfección y la gloria de ese Dios.
Esto significa que, todo lo que no es obra de nuestra libertad, es para nuestro bien y el de la humanidad.