Sócrates, en pocas palabras
SÓCRATES
Sócrates: un sofista convertido
Puede verse a Sócrates como “sofista convertido”, un sofista que volvió a creer en la verdad, como un sofista que llegó a filósofo.
Decimos que Sócrates era un sofista porque:
- 1. No se interesa por la Naturaleza, sino por el hombre y cómo el hombre debe vivir (la moral).
- 2. Como los sofistas (y contrario a los filósofos anteriores) Socrates cree en la educación, en que se puede hacer mejor al hombre, formándolo. Los filósofos anteriores tendían a ver la Verdad como una luz que se le aparece a algunos pocos hombres, con la que logran entender algo que los demás nunca podrán alcanzar.
- 3. Su método para encontrar la verdad no es la contemplación, como los filósofos, sino la dialéctica, como los sofistas: proponer argumentos y someterlos a crítica hasta que se van poco a poco mejorando y aparece la verdad.
Decimos, por otro lado, que Sócrates fue un filosofo, en el sentido de que volvió a “creer en la Verdad”, en que existía y que era posible conocerla. Sócrates creyó en que existe una forma correcta de vivir la vida, y que esta verdad era objetiva: puede ser transmitida de un sujeto a otro.
Puede sintetizarse, el pensamiento de Sócrates como el convencimiento de que el hombre está llamado a la felicidad y que el camino a la felicidad es vivir una vida virtuosa. Veamos esto último.
¿Cómo comportarse? La virtud
La palabra virtud se ha convertido en un tópico en Occidente, significando todo lo que es bueno (lo que debe vivirse), que es como incluir lo definido en la definición. Si queremos entender por qué esta idea de Sócrates caló tan hondo en el espíritu de Occidente, hay que entender la forma de vida que Sócrates estaba proponiendo.
En la época clásica griega, la época de Sócrates, la idea de virtud es algo muy novedoso, comparado con otras civilizaciones. Veamos.
En practicamente todas las civilizaciones, la forma “correcta” de comportarse consiste en ajustarse a un “orden natural”: el padre debe cultivar su tierra, la madre cuidar a sus hijos, el rey gobernar, la hierba crecer, el río bajar. Este concepto de orden natural está claramente definido en las culturas conocidas: en la India es el Dharma, en China el Tao, en Egipto el Maat, en hebreo es Tsedeq (traducido por “Justicia” en la Biblia). En Griego, el concepto es “Diké”. Al explorar estos conceptos se ve que, al principio, no hay clara distinción entre el orden natural intrínseco de las cosas y el orden establecido por una ley, por un mandato.
En la literatura “heroica” de la Grecia de los siglos 7 a 6, se añade un nuevo vector al comportamiento humano, el de la “excelencia” el deber de estar entre los mejores. Esta excelencia se expresa con la palabra griega “areté” que se tradujo al latín como “virtus” (que entronca con vir, hombre y vis, fuerza) y al castellano como virtud. Esto implica que virtud no es, como podemos pensar ahora, portarse bien, o no hacer cosas malas, sino buscar la perfección.
Se puede apreciar que el areté propuesto por Sócrates es una clara superación (o al menos, rotura, si no se quiere valorizar) del concepto de diké.
Es curioso en Sócrates, su convencimiento de que para “ser virtuoso” basta con tener suficiente conocimiento o, visto de otra forma, que si alguien hace algo mal, esto se debe a que no conocía de verdad el bien. De hecho, él pensaba que si conseguía una buena definición de “valentía”, eso le llevaría a ser valiente, y que la gente no era todo lo valiente que debiera porque no habían conseguido una buena definición.
Podemos apreciar con esto que todavía Sócrates no conocía suficientemente bien la estructura del alma humana y desconocía la existencia de la facultad de la voluntad, o la capacidad de querer el bien. La inteligencia y la voluntad, como finalmente establecerá Aristóteles son los dos brazos, las dos potencias que tiene el alma para alcanzar la verdad. No basta, como se descubrirá más adelante, que el hombre conozca el bien, hace falta que, con su voluntad, lo quiera. Pero esto de lo dejaremos a Aristóteles, el “discípulo-nieto” de Sócrates.
Antes de dejar a Sócrates tenemos que tomar nota de cómo este pensador sigue el camino del “abstraccionismo” abierto por los pre-socráticos: con la búsqueda de la definición de virtud como meta suprema de su sabiduría, Sócrates está aceptando que la verdad se consigue abstrayendo ideas generales de las ideas más concretas, hasta llegar a las ideas más universales, y por lo tanto, más constantes y más verdaderas.
Como punto de cierre, señalemos que, por su visión de que 1) el hombre está llamado a perfeccionarse y a buscar la excelencia y 2) que el hombre se perfecciona cultivando su razón, Sócrates se convirtió un forjador para el ideal del hombre occidental, por muchos siglos.