No trabajamos para vivir: vivimos para trabajar
No trabajamos para vivir: vivimos para trabajar.
El trabajo es una actividad tan importante para el ser humano que el no entenderlo bien, el realizarlo sin tener muy claro para qué se hace, puede tener unas consecuencias desastrosas, para el hombre y la Naturaleza.
En el capitalismo, por ejemplo, el trabajo no está bien explicado, porque no tiene un sentido real, simplemente se justifica circularmente a si mismo: trabajamos para consumir el fruto de nuestro trabajo. Esto no es darle sentido al trabajo. Este planteamiento nos envolvería (nos está envolviendo) en una espiral
destructiva de producir por producir que mata el ambiente y la salud mental y física de las personas. Tenemos entonces que plantearnos más a fondo para qué trabajamos, si queremos salir de esta espiral.
Como siempre que queremos saber cuál es la forma buena de hacer algo, empezamos, como primer paso, por mirar a la Naturaleza. Miramos a la Naturaleza y vemos a todos los animales entregados continuamente a una actividad: la de sobrevivir. ¿Por qué los animales “trabajan”? Para vencer la entropía, esa tendencia implacable de lo físico a la continua descomposición. Para ello, los seres vivos necesitamos estar continuamente inyectándonos energía, extraída en definitiva del Sol, para evitar la corrupción.
El hombre es un animal inacabado, un animal al que sus instintos no le dicen exactamente todo lo que tiene que hacer; él tiene que acabar de completarse a sí mismo. Esto es lo que llamamos “libertad”: un espacio más allá de los instintos, en que el hombre tiene que dirigirse a sí mismo. Esta libertad humana necesita encontrar un orden, necesita saber qué se supone que se haga con las cosas, necesita saber en qué dirección encaminarse. De aquí se deduce la importancia que entendamos qué se supone que hagamos en el mundo, y con el mundo, es decir, para qué trabajar.
Antes de caer en la trampa hermenéutica de la explicación capitalista del trabajo, se había logrado la siguiente comprensión de lo que es el trabajo:
Para Aristóteles, trabajamos para no tener que trabajar y poder contemplar. Los griegos llegaron a despreciar el trabajo como cosa de esclavos,que permitía a los hombre libres dedicarse a buscar la “buena vida”, la vida ética. Por otra parte, los judíos tenian otra visión del trabajo, basada en su concepción del mundo como creado por un único Dios, y al que el hombre está ayudando a cultivar, a hacer crecer la Naturaleza. El Cristianismo, basándose en la idea de que Dios se ha hecho hombre, culmina la idea escatológica de que estamos preparando este mundo para que Dios venga aquí, a la creación, a habitar con sus hijos.
Después, desde el punto de vista temporal, vino el capitalismo, que fue un gran intento de organizar la sociedad sin tener que hacer referencia a valores morales, sobre los que era muy difícil ponerse de acuerdo, sino con criterios puramente técnico-científicos. Una de sus primeras víctimas fue el trabajo, que pasó a ser considerado como una mercancía, un servicio que se compraba para integrarlo en un máquina de producir que es la corporación. Se produjeron, por tanto dos cambios sutiles pero radicales en la concepción del trabajo:
1) la conversión del trabajo de un contrato social (que definía la posición de una persona en el colectivo) a un contrato mercantil de compra-venta de servicios, y
2) la “cosificación” y atomización del trabajo para convertirlo en una tarea que sea parte del mecanismo productivo que es una empresa.
En el siglo 21, por último, se están uniendo dos factores que apuntan a que va a aparecer una nueva concepción del trabajo.
En primer lugar, el despertar, a partir de la crisis del 2008, del miedo a lo dañino que puede ser la concepción mecanicista de la producción, si no existe un valor más allá de la pura producción para darle sentido y norte. En segundo lugar, el surgimiento de una visión más holista de la Naturaleza y del Cosmos, donde es más fácil ver el trabajo del hombre como parte de toda una epopeya evolutiva donde el universo se va buscando su máximo desarrollo. En esta concepción holista, el trabajo está definido como toda actividad de un ser humano destinada a hacer un mundo mejor.
Si, efectivamente, esta visión del trabajo acaba imponiéndose, esto tendrá unas implicaciones muy serias en nuestra visión del la Naturaleza, de la sociedad y del hombre.
IMPLICACIONES DE ESTA VISIÓN HOLISTA DEL TRABAJO
El trabajo resultaría ser una actividad mucho más amplia que lo que uno hace a cambio de dinero. Trabajo es todo esfuerzo que hacemos para inyectar orden a nuestro alrededor. En este sentido trabajan los niños y los enfermos encamados. Una de las formas principales de hacer un mundo mejor es hacerse uno mejor. Y esto abarca muchas cosas: descansar, alimentarse, etc. El trabajo no es un servicio que uno vende. Todo el mundo es propietario de lo que está haciendo porque está haciendo un mundo mejor. No tiene sentido el trabajo como compra de un bien (“te pago para que hagas una actividad”) sino “colabora conmigo en hacer este pedazo de mundo”. Tenemos que replantearnos las relaciones económicas, o mejor, tenemos que olvidarnos de hacer una abstracción del aspecto monetario de la vida social. No se puede separar la vida social en compomentes. El salario ira desapareciendo en la medida que las personas puedan beneficiarse del orden que ellos logran introducir en el mundo. Por ejemplo, uno de los trabajos más intensos que hay, el de ser madre, nunca es remunerado a pesar del beneficio social que conlleva. Porque para lo que la madre busca es sacar adelante ese pedazo de mundo que le ha tocado ordenar, que es su hijo. De modo análogo, cada vez es mayor la proporción de trabajo voluntario (sin paga) que la gente hace en la sociedad. También es común que, en las posiciones de cierto poder politico, las personas cobren solo una fracción de lo que cobrarían por esa misma actividad en otros ambientes: lo que buscan es el poder, que es la capacidad de configurar el mundo. Si el trabajo deja de ser un contrato de bien compra-venta y pasa a ser una asociacion de varias personas para hacer algo en común, entonces es posible que desaparezca la corporacion como forma primaria de organización económica. Si el trabajo deja de ser organizado mecánicamente a través de corporaciones y pasa a ser organizado orgánicamente a través de asociaciones, un primer efecto de esto será, previsiblemente, que se producirá menos. Esto se debe a que las estructuras mecánicas son más eficientes (aunque no más eficaces) que las orgánicas. Otro efecto previsible de esta forma de trabajar es una mayor estabilidad en la economía, una menor frecuencia de burbujas y explosiones. Esto se debe a que lo orgánico tiene una tendencia al equilibrio a la homeostasis más fuerte que lo mecánico. En la educación el efecto seria tremendo. Educar es preparar a las personas para la vida. Un énfasis muy grande se ha dado, por siglos, a preparar a la gente para el “trabajo” entendido como venta de servicios. Cuando se extienda esta visión holista del trabajo como la finalidad de la vida, se producirán unos cambios en la educación: 1) la educación no será solo para los jóvenes, porque todos necesitamos que nos ayuden a vivir; 2) la educación no será, como al presente, el adiestramiento en el uso de herramientas (matemáticas, un segundo idioma, aprender a expresarse, etc) sino que la educación será primariamente aprender a encontrar lo bueno.