¿Cuánto miedo debemos tener a la Inteligencia Artificial? Ep 20 (15 min)

En el episodio 2 de este podcast analizamos la historia del miedo a la tecnología Ya los griegos se estremecían imaginando autómantons, hombres de metal, con una fuerza invencible Pero ahora las últimas tecnologías de inteligencia artificial no aumenta la fuerza del hombre, sino que parecen sustituir y superar su inteligencia ¿Cuánto miedo debemos tener a la inteligencia artificial? ¿Puede dejar al hombre obsoleto? ¿Hemos dado un paso del que nos vamos arrepentir grandemente en un futuro muy lejano?

No se vayan, porque estamos … buscando respuestas

Para responder esto, primero debemos de dejar claro cuánto miedo debemos tener a la tecnología en general. Luego debemos distinguir entre tecnologías materiales y tecnologías de información, para ver porqué estas últimas nos dan especial intranquilidad. Al final, tendremos que responder a qué es lo propio del hombre, para ver si la tecnología nos va a reemplazar o dejar obsoletos.

Lo primero que debemos entender es por qué la tecnología en general nos produce miedo.

Tecnología es cualquier aumento artificial y externo en la capacidad del hombre. Es cualquier artificio que aumente nuestro poder. Las herramientas son tecnología, pero también lo son las armas. Y con esto entendemos por qué la tecnología nos despierta a la vez miedo y deseo; ganas de tenerla cerca y lejos. Porque la tecnología es una aumento del poder del hombre y el hombre a veces es bueno y a veces es malo; por lo cual, el aumentar su poder es bueno y es malo.

De hecho la tecnología, por ser una construcción artificial, apenas está sujeta a los mecanismos de control y balance que tiene la naturaleza sobre el poder de la criaturas. Y con tecnología, el humano es capaz de infligir daños completamente desproporcionados a su poder natural.

Hasta el siglo 19 la mayoría de las tecnologías eran materiales: herramientas que aumentan el poder físico del hombre: de levantar, de cavar, de lanzar.

A partir del siglo 19 empezaron a desarrollarse tecnologías de información, que son herramientas que aumentan la capacidad del hombre de procesar información, por ejemplo la capacidad de comunicarse, de enterarse,  o de tomar decisiones informadas. Se habían desarrollado antes tecnologías de información, como la escritura, el papel,  y la imprenta. Pero fue en el siglo 19 que se inventó la radio y el teléfono, y en el siglo 20 las computadoras. En esos años todo se veía positivo. De hecho se llegó a creer que finalmente las computadoras nos podrían liberar de todos nuestros males: la ignorancia e incluso del dolor.

Pero, cuando, a finales del siglo 20 se inventó el internet, y a comienzos del siglo 21 se inventaron las redes sociales y los teléfonos celulares, el poder de la tecnología (el poder del hombre) se hizo tan grande que el miedo empezó a desplazar el entusiasmo, la tecnofobia empezó a desplazar la tecnofilia

Hasta el siglo 21, el miedo a las tecnologías se concentraba en el miedo laboral, el miedo a que se perdieran puestos de trabajo. Este miedo no tiene mucho sentido económico, pues en el macro la riqueza depende de lo útil o valioso del output, de lo que se haga, no de quien ponga el input.

Con las tecnologías de las redes, las tecnologías de conectar gente (internet, redes sociales y celulares) , nuestra capacidad de mentir se agranda, las histerias colectivas se hacen cotidianas, las adicciones a los juegos y las pantallas llegan más lejos que ninguna otra adicción anterior.

Entramos por tanto, en estar tercera década del siglo 21 con una cierta aprensión a las tecnologías, no ya por el supuesto miedo a que se pierdan trabajos, el más débil de los miedos, sino por el daño que hacen las tecnologías de información en redes: los daños de guerras ideológicas, de adicciones.

Y con esto llegamos al más reciente episodio de esta relación bipolar de los humanos con la tecnología. Entramos en la tercera década del siglo 21, con una mente ya miedosa, y ante ella aparece, casi sin anunciarse, la primera manifestación popular de la  inteligencia artificial: los robots de dialogar, como el ChatGPT o Bard, o los robots para hacer pintura o música.

Esta tecnología de Inteligencia Artificial, en este momento, tras las experiencias de del siglo 20, tras las experiencias de las dos primeras décadas el siglo 21 tiene el poder de perturbar profundamente al hombre. Y un espíritu perturbado es un espíritu que está buscando respuestas, y este es el público favorito que busca este podcast

¿Qué respuestas está buscando ahora el espíritu humano? ¿qué es lo que le inquieta ante esta nueva tecnología?

En mi opinión, una de las cosas más inquietantes de esta tecnología es que nos hace dudar de nuestra propia identidad. Nos hace preguntarnos ¿qué es en el fondo el hombre? ¿en qué radica su valor? ¿qué es lo que lo hace ecológicamente tan único? O, más existencialmente, ¿seremos reemplazados por máquinas? O ¿seremos convertidos en máquinas o mezclados con ellas? ¿es cierto que podremos incluso vivir para siempre, si nos convertimos a formato digital?

Bueno, no nos interesa profetizar el futuro, pero sí plantearnos la pregunta de identidad: qué es lo propio del hombre, que es lo que, sin ello, no podemos llamar “humano” a un ser.

La cultura occidental, que yo llamo griega o helénica, ha creído por muchos siglos que lo propio del hombre era razonar, es decir, procesar información. Que lo propio del hombre es su inteligencia: la capacidad de pasar de una verdad a otra desconocida. Aristóteles, en su Metafísica, define al hombre como animal racional.

En Occidente, sobre todo desde el surgimiento en el siglo 17 de la Ciencia, que es una hiperracionalidad, estamos convencidos que razonar, pensar, elucubrar, analizar … es lo que nos hace humanos.

Y la cosa se puso peor a mediados del siglo 18, cuando hubo cuando hubo el único intento más o menos serio de combartir el racionalismo. Me refiero al Romanticismo, entre mediados del siglo 18 y 19. Este movimiento murió, con apenas un siglo de vida, por la fiebre política en la Europa tras las revoluciones del 1848. Pero el romanticismo dejó en nuestra cultura la intuición  de que hay algo divino o, al menos, sobre-humano en la capacidad de provocar las emociones que produce la belleza, sobre todo la del arte y la Naturaleza. Y todavía al día de hoy, pensamos que una obligación de todo gobierno es fomentar el cultivo de las artes, de la música clásica, porque sin ellas seríamos humanos incompletos.

Pues bien, resulta que, al presente, la inteligencia artificial está ya produciendo productos artísticos, dibujos, pintura, música, películas,  que son superiores al performance de muchos artistas.

Pues bien, Si esto fuera así, si lo propio del hombre fuera su capacidad de razonar o de crear belleza, entonces, tenemos base para pensar que podemos llegar o a la irrelevancia o a la singularidad. La singularidad es una profecía que dice que, cuando el inteligencia artificial  supere a la inteligencia humana, la nueva inteligencia artificial será diseñada, no por humanos, sino por la Inteligencia Artificial existente y se iniciará un proceso explosivo de aumento en las capacidad de los robots que no podemos ni imaginar a  dónde nos llevará.

¿Qué tenemos que decir ante esta posición? ¿Pensamos que el hombre puede perder su identidad o caer en la irrelevancia a causa de la inteligencia artificial?

Podríamos tratar de responder a esto a nivel ciencia de cómputos, tratando de ver lo que  de verdad hacen los algoritmos de inteligencia artificial, y la dependencia del humano que tienen. Es decir, podríamos intentar quitarle la magia y la mística al fenómeno, para dejarlo reducido a una etapa más de la progresión de la informática

Pero prefiero que utilicemos esta coyuntura, este miedo que se está despertando, para que nos planteemos a fondo qué es el hombre y qué es la tecnología, para que nos enriquezcamos más y tengamos una mejor relación con nuestras propias creaciones

Tenemos que preguntarnos ahora entonces ¿es la inteligencia lo propiamente humano?

Caimos en el racionalismo porque los griegos tan solo llegaron a conocer bien esa parte del alma, la capacidad de razonar, y la vieron tan superior a la de los animales que la calificaron como si fuera lo definitivo. Los griegos apenas conocían la otra gran potencia del alma que es la capacidad de querer, de orientarse voluntariamente en una dirección. Desconocían la voluntad, que la veían más como un instinto, como el deseo, y por lo tanto, no tenían una visión muy completa del hombre.

Fue el Cristianismo es que descubrió la capacidad de amar como algo sublime en el hombre, al aprenderlo del comportamiento de Dios.

Ahora, con más precisión, podemos decir que el hombre, más que un anima racional es un animal libre, es decir, un animal que, después de recibir todo la información de sus instintos y su razón, tiene que decidir, en las cosas más importantes, si quiere o no seguir esos impulsos. Esta capacidad (o mejor esta obligación) de elegir el “último sí”, es lo que hace humano al hombre. En este bit de información (no byte, sino bit: un cero o un 1) es que reside lo que llamamos el espíritu humano. Tiene, como se ve un footprint material muy pequeño, pero es esa microscópica separación entre el estímulo y la respuesta, es lo que radica su identidad. Definiendo en este caso identidad como lo que hace que tú seas tú y no otro, que el hombre sea humano y no exclusivamente animal.

Por lo tanto, nuestro miedo a la inteligencia artificial no es, como en otras tecnologías, el miedo al daño que pueda hacer su mal uso. El miedo es causado por que nos hace sentirnos desechables. Pero este miedo, por estar basado en premisas falsas, no debe inquietarnos.

El episodio 11 de este podcast, que dura solo 1 minuto  y se titula “quisiera ser un animal pero no puedo”, resume en definitiva lo que es el honor pero a la vez, la gran carga del humano, que él tiene que decidir su propio destino, y que no hay nada que pueda liberarlo de esa responsabilidad, si quisiera volver a ser un simple animal. No hay en el ambiente, fuerza o tecnología capaz de sacar al hombre de este predicamento, o mejor dicho, solo hay una, el hombre mismo.

En conclusión, estudiando la raíz de nuestros miedos a la inteligencia artificial hemos descubierto un “flaw” más grande aún: que no sabemos en qué consiste ser hombre. Y le estamos dedicando un tiempo desproporcionado a cultivar nuestra inteligencia, con nuestros estudios, dedicando a esto lo mejor de la vida de los niños y jóvenes. Como veremos en próximos episodios, deberíamos de educarnos, no apreindiendo cosas, sino aprendiendo a ejercitar nuestra libertad, a base de tomar decisiones, y a vivir con sus consecuencias, al principio en ambientes de juego, y más adelante con decisiones reales . ¿cómo se hace esto? No se pierdan al próximo episodio de … Buscando Respuestas.

En resumen:

  1. Es normal que le tengamos miedo a las tecnologías, pues son aumentos de la capacidad, y el hombre tiene capacidad de hacer el bien, pero también el mal.
  2. Cuando en el siglo 20 se desarrollaron tecnologías de información, que ayudan al hombre a pensar, esto levantó las esperanzas en el lado bueno de la tecnología.
  3. Pero cuando en el siglo 21 la tecnología de la información tomó el formato de redes, de conectar partes, en el internet, las redes sociales y los celulares, su poder se hizo tan grande, que empezó a dividir la humanidad en partes.
  4. Cuando en el 2022 aparecieron las primeras aplicaciones populares masivas de inteligencia artificial, el hombre sintió verdadero miedo, pues se entendía que la inteligencia es lo que hace humano al hombre. El hombre se vio, de forma ya clara, en camino hacia la obsolescencia.
  5. Este es el momento de reclamar lo que es lo auténtico del hombre, que no es la inteligencia, que tiene mayormente una diferencia de grado con la de los animales. Es el momento de redescubir que lo auténtico del hombre es su libertad fundamental, es decir, su capacidad y su obligación de tener que dar el último “sí” en sus acciones El humano no es tanto un animal racional como un animal libre
  6. Aunque muchas veces el hombre sueña con verse libre se esa carga de la libertad, no hay una fuerza en el ambiente que pueda sacarlo de su sitio. Tan solo el propio hombre puede.
  7. Mientras tanto, a las tecnologías hay que tratarlas como los hombre de mar tratan al Mar: sin miedo, pero con profundo respeto.