A quién le corresponde salvar al hombre: al hombre o a Dios. La Justicia
El Papa Benedicto XVI ha escrito una encíclica sobre la doctrina social de la Iglesia, titulada “Caritas in Veritate”. Con este título, que es el inverso del “veritas in caritate” de Efesios 4,15, lo que el Papa quiere señalar es la devaluación que está sufriendo la caridad, que está pasando a ser un sentimiento vacío. Por eso pide que se busque como vivir la caridad en la verdad, es decir, cómo querer de vedad, que sepamos cómo se debe querer.
En este sentido, esta charla versa sobre una virtud que nos dice qué debemos dar a cada persona. La justicia es el hábito según el cual uno, con constante y perpetua voluntad, da a cada cual su derecho (SANTO TOMÁS). Y Juan Pablo II abunda: “Ser justo significa dar a cada uno lo que le es debido. Esto concierne a los bienes temporales, de naturaleza material. …No obstante, al hombre se debe, además, el buen nombre, el respeto, la consideración, la fama que se ha merecido.”.
Tenemos que tener claro, antes de entrar lo que decía nuestro Padre de la justicia: “Únicamente con la justicia no resolveréis nunca los grandes problemas de la humanidad. Cuando se hace justicia a secas, no os extrañéis si la gente se queda herida: pide mucho más la dignidad del hombre, que es hijo de Dios. La caridad ha de ir dentro y al lado, porque lo dulcifica todo, lo deifica: Dios es amor (I Jn 4, 16)” O cómo decía Santo Tomás “La justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad; y la misericordia sin justicia es ruina, destrucción”.
Uno de los debates más importantes que se ha dado sobre la justicia es sobre “a quién le corresponde salvar al hombre: al hombre o a Dios”. Esta fue la cuestión que levantó Lutero, en el siglo XVI, y a la que respondió con un contundente: “A Dios le corresponde salvarnos”. La realidad es que nuestra salvación en una colaboración (100% de Dios y 100% nuestra), pero ahora vivimos en una cultura muy influenciada por esta respuesta, a través del protestantismo. Este “abandono” de la salvación en manos de Dios, ha hecho que el hombre pierda el sentido de Justicio con Dios:
a) prácticamente, no se puede ofender a Dios, porque somos todo debilidad y Él nos salva;
b) se hace difícil de creer en un castigo eterno;
c) en el fondo, se cree en la predestinación: si hay gente que, sin hacer nada, se condena, es que hay gente maldita de nacimiento. Esto lleva a creer que en la tierra existen gente buena y gente mala.
En definitiva, si se descuadra la justicia con Dios, es muy difícil vivir la justicia con los hombres.
Otra visión de la Justicia distinta de la cristiana es el “karma” hindú: la creencia de que todas las obras malas que haga un hombre se acaban pagando en esta tierra. Para sustentar esto (para que hubiera esta justicia) hacia falta más de una vida: se inventaron la metempsicosis o la reencarnación.
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Cristo nos ha dejado el mandamiento del amor al prójimo. En este mandamiento se encierra todo lo que concierne a la justicia. No puede haber amor sin justicia. El amor desborda la justicia, pero, al mismo tiempo, encuentra su verificación en la justicia. Hasta el padre y la madre, cuando aman al propio hijo, deben ser justos con él. Si vacila la justicia, también el amor corre peligro (JUAN PABLO II)
La paz es obra de la justicia, indirectamente, en cuanto remueve los obstáculos que a ella se oponen; pero propia y directamente proviene de la caridad, que es la virtud que realiza por excelencia la unión de todos los corazones (SANTO TOMÁS)
La fortaleza sin justicia es palanca del mal (SAN AMBROSIO)