Conocer por Causas es conocer poco.

Hemos tomado demasiado en serio la propuesta de Aristóteles de entender las cosas por sus causas. Esto nos da una visión demasiado mecanicista de la realidad.
La verdad es que casi todo es causa de todo. Enumerar las causas principales será siempre un conocimiento muy parcial.

La razón conoce separando, distinguiendo. Pero la realidad es continua.

La razón conoce separando, distinguiendo. Pero la realidad es continua. Esto es un motivo más para ser humilde a la hora de valorar la razón, y reconocer que tiene limitaciones.
Otras formas de conocer, como los sentimientos, no necesitan separar, distinguir.

agujero pequeño

Agujero pequeño: acelera agua, pero reduce chorro

La historia nos enseña que si reducimos el ámbito del conocimiento, éste se torna más fuerte y llega más lejos. Esto fue lo que pasó en el siglo 6 aC cuando los griegos descubrieron la razón y rechazaron el mito. También cuando en el siglo 16 se inventó la ciencia moderna, rechazando lo que no era comprobable.
Pero, ¡ojo!, cuando reducimos el ámbito del conocimiento, lo que ganamos en potencia lo perdemos en amplitud. Y, hay veces que, el estar mirando la realidad por un agujero muy pequeño, nos desorienta y nos marea. Es la hora de volver a epistemologías, a formas de conocer, más amplias, más holistas.

No existen las ideas propias

La obsesión actual en la Academia con los plagios y las citas de fuentes, proviene de pensar que existen ideas propias e ideas ajenas, como si fueran cosas. Pero esto es falso. Nuestras ideas se construyen siempre sobre otras, por lo que nadie debería reclamar su propiedad.

Explicar por causas es la mitad

Explicar por causas es la mitad

Explicar las cosas por sus causas (materia, forma, motor, finalidad), como propuso Aristóteles, es parcial. Las cosas se explican por sus causas pero también por la posición que tienen en el todo.

Por qué caímos en el relativismo

Cuando, a la Europa del siglo 13, llegó la filosofía griega de manos del Islam, venía envuelta en un debate sobre hasta qué punto debía la filosofía someterse a la Fe o alrevés; hasta qué punto Dios tenía que ser racional. Los pensadores europeos se dividieron en dos posiciones. Los voluntaristas (franciscanos primero, protestantes, después), que mantenían que Dios no está sometido a ningún orden  y podría determinar lo que quisiera: que el matar no era pecado o que debíamos odiarle Por otro lado los intelectualistas (dominicos primeros, jesuitas después) pensaban que Dios no podía ir contra su propia lógica.
Por distintas razones geopolíticas, lo que triunfó en Europa fue el Protestantismo, que es una opción voluntarista, en este contexto. Este espíritu fue el que definió la forma de pensar que hoy llamamos modernidad u Occidente.
Lo penoso de esta polémica es que se debe a un mal entendido de lo que es la libertad. Se pensaba que la libertad, que Dios debía tener para ser perfecto, era libertad de opciones, la libertad de elección, que es, en el fondo, la libertad de los animales no amarrados: el no tener impedimentos para moverse. Pensaron que para que Dios sea supremo, debería poder mandar cualquier cosa: prohibir la virtud, ordenar el adulterio, etc, sin ningún sometimiento a ninguna razón.
La verdadera libertad, sin embargo, es la libertad espiritual, que es la que le corresponde a Dios, que consiste en ser uno creador de sí mismo, ser causa sui, que implica buscar lo bueno por iniciativa de uno, moviéndose uno mismo.
Si los voluntaristas se hubieran dado cuenta de este fallo en su pensamiento, no hubieran tenido que argumentar que el orden de la Naturaleza es arbitrario, caprichoso. Y entonces no hubieran descartado este orden como fuente de la moral, y no hubiéramos caído en el relativismo que nos impide a los hombres aunarnos para encontrar la verdad más rápido.

Muerte a los filósofos

Muerte a los filósofos

Durante los casi tres milenios en que se ha pensado que la razón era el camino exclusivo a la verdad, se creyó, en consecuencia, que la búsqueda de la verdad era una tarea para “profesionales” (filósofos, primero; científicos o académicos, después).
Cuando recuperemos ahora los otros saberes (fe y corazón) quedará más claro que buscar la verdad no puede ser una opción de algunos sino la vocación de todos.

No más profesionales de la Verdad

Cuando se reconozca que a la Verdad no solo se accede con la razón (sino también con la tradición y el corazón) entoces la busqueda de la Verdad no será algo para profesionales (filósofos, científicos) sino una obligación para toda persona.

No ideas falsas sino pobres

El conocimiento no es una luz que se recibe sino una luz que se da, que se pone en las cosas: una explicación. Por eso es siempre intencional.  El criterio para poder medir la verdad de una afirmacion es “cuánta realidad explica”. La afirmación que explique más de la realidad, esa es la más verdadera.  Por esto no debemos apresurarnos a calificar de “error” la idea de una persona: más bien lo que puede ocurrir es que “explica poca realidad”

Los mitos son conocimiento

Los mitos son conocimiento

El hombre moderno llama “mitos” a las narraciones antiguas donde el mensaje moral se sobrepone sobre los “hechos crudos”, creando héroes y villanos. Se entiende el deseo de conocer el hecho crudo, lo que no se entiende es que se concluya que los mitos no son verdad.
El origen de este error (de pensar que los mitos no son verdad) proviene de creer que en la realidad hay dos “ámbitos” o “dominios” separados, el “ser” y el “deber ser”. Con esta visión moderna, existe por un lado lo que una persona “es” realmente, y la imagen “moralizada” que nos presenta el mito.Pero esto es incorrecto ya que el “deber ser” es parte del “ser”, la moral es parte de la biología. Por lo tanto, la verdad de un héroe legendario no es tan solo lo que esa persona físicamente hizo, sino la enseñanza que, con su hazaña o con su vida, estaba llamada a brindar a los demás.