El Rey y el Señor son las dos únicas instituciones políticas naturales

El Señor es el gobierno local, a quien uno acude cuando tiene problemas o necesidades de coordinación con los demás: pleitos o asuntos comunales.
El Rey es el Señor que no tiene arriba otro Señor. El Rey es un Señor que es soberano. Es lo que hoy llamamos es Estado Nacional, o la Nación Estado. Su fin principal es coordinar a Señores, en los temas que afectan a varias comunidades locales.
Puede haber muchas capas de Señores, que mandan sobre otros Señores. Pero se llama Rey a aquel que no tiene otro Señor encima,  al que es soberano.
Existen también ‘Imperios’, al mando de un Rey de Reyes, como por ejemplo, el Imperio Persa o la Unión Europea. Pero no es una institución tan natural como el Rey o el Señor.
¿Guerras de religión? Egoísmos camuflados

¿Guerras de religión? Egoísmos camuflados

¿Guerras de religión? Egoísmos camuflados
Las guerras son conflictos de poder. Al pelear, los promotores tratan de escoger la bandera que más mueva a su gente. Ésta puede ser un agravio (aunque sucediera hace 8 siglos, como en los Balcanes) o, mejor aún, un símbolo, lo más sagrado posible. Muchas veces tan solo puede ser “la patria” o “nuestras mujeres y niños”. Pero, con probabilidad, se puede encontrar algo todavía más santo, que nadie se va a negar a defender: “la democracia” o “Allah” o “Cristo Rey”.
Se entiende. Los signos sagrados son como el broche que cierra la visión de la vida que cada persona tiene. Atacarlos es como quitarle sentido a su mundo. Es insoportable.
Pero, no nos engañemos, las guerras son, para quienes las promueven, egoísmos colectivos desatados. ¿la bandera? La más grande que encontremos

No a los derechos humanos

No a los derechos humanos

La idea de que el hombre se desarrolla acumulando derechos proviene del concepto moderno de la libertad como la ‘capacidad de hacer cosas’. Los derechos humanos en este sentido son como un mínimo de capacidad que habría que asegurarle a cada persona.
Pero resulta que la libertad no es ‘tener opciones’, sino el dirigirse uno mismo hacia su propio fin. Pudiera yo no tener ninguna opción y seguiría siendo libre.
Por lo tanto, acumular derechos no es lo que me hace crecer, ni darle derechos humanos a la gente es lo que mejora el mundo.
Lo que hace al hombre crecer es ayudarle a ver y animarle a seguir su camino: la forma en la que cada uno está destinado a ayudar a hacer el mundo mejor.

El divorcio debería ser delito

El divorcio debería ser delito

La moral moderna tiende a juzgar a los actos por sus consecuencias. Esto no es un buen criterio Pero,si esto es así, debiera entonces tipificarse el divorcio como un delito. Ya están comprobados los destrozos que produce en los niños el que se les rompa su familia. Si multaríamos a quien robe una bicicleta a un menor, qué no debemos hacer al que le rompe su hogar.

Sí a los privilegios

Sí a los privilegios

Las leyes son ordenamientos de las conductas humanas que pretenden ser universales (“erga omnes”).
A pesar de lo orgullosos que estamos en Occidente con ellas, hay poco futuro para este tipo de arreglos en la sociedad, pues cada persona tiene unas circunstancias tan distintas que es poco lo que puede generalizarse.
Es más natural que haya leyes privadas: para los niños, para las mujeres, para los ancianos. Leyes privadas = privilegios.
Pero aunque hagamos leyes privadas, tenemos que promulgar las normas con mucha humildad, sin pretender que captan y garantizan la Justicia, porque la complejidad de la vida humana hace que sea muy difícil racionalizar todas las posibles circunstancias de una actuación y expresarlas en papel.

Sí al discrimen

Sí al discrimen

Discriminar (seleccionar + excluir) es la operación más natural del trabajo (de darle orden a la realidad). El trabajo es el arte de seleccionar los recursos adecuados para cada fin.
Es una quimera moderna (atomista) pretender que existen hombres (individuos) abstractos, homogéneos e intercambiables.
El discrimen por sexo es el más natural (baños sólo para mujeres) seguido del discrimen por edad (voto sólo para mayores).

La realidad es que cada persona es única. Y más apta para unas cosas que otras. Lo que es universal es la dignidad de cada uno.
No a la jubilación

No a la jubilación

No debiera haber un sistema de retiro: no debemos retirar a nadie. Que todo el mundo trabaje hasta que se enferme.
Lo que sí debe haber es un ‘sistema’ (un apoyo de la comunidad)  para cuidar enfermos: esto es lo natural.

¿Cuál es mi Patria?

¿Cuál es mi Patria?

Mi patria es el conjunto de personas y de ambientes al que, a lo largo de la Historia, tengo que estar agradecido por lo que soy.
Mi “país” es la división administrativa a la que estoy adscrito, para propósitos burocráticos.

No eduquemos a los jóvenes

No eduquemos a los jóvenes

La educación no es prepararse para vivir, sino aprender a vivir bien. Y esto lo debe hacer todo el mundo, a todas las edades.
Dejemos para los jóvenes, la instrucción, el aprender a trabajar.
Para el resto: a formarnos continuamente, sobre todo, a través del trato con gente buena, para aprender a bien vivir.

Universidad: pérdida de tiempo

Universidad: pérdida de tiempo

Desde que, en el siglo 19, se inventó la educación masiva, las universidades dejaron de ser lugar para cultivar intelectuales y se convirtieron en lugar para preparar profesionales, para aprender a trabajar.
Pero trabajar, como cualquier arte, no se aprende leyendo, sino practicando. La preparación para el trabajo tiene que consistir en poner a los jóvenes a ayudar a los que trabajan. No en encerrarlos en un salón a que les pasen información.