No trabajamos para vivir, vivimos para trabajar

Podemos resumir la narrativa moderna de la siguiente forma, si te portas bien y estudias mucho vas a poder entrar en una buena universidad y podrás entonces conseguir un buen trabajo después, en ese trabajo podrás ganar buen dinero para poder al retirarte hacer lo que te dé la gana. Tiene esta narrativa todavía en el siglo 21 el poder de mover el corazón del hombre, no se vayan porque estamos buscando respuestas. Buscando respuestas, el podcast donde Bobby López explora las preguntas que la filosofía cotidiana nos propone.

El trabajo es una actividad tan importante para el ser humano que el no entenderlo bien, el realizarlo sin tener muy claro para qué se hace puede tener unas consecuencias desastrosas para el hombre y la naturaleza. En el capitalismo, por ejemplo, el trabajo no está bien explicado porque no tiene un sentido real, simplemente se justifica circularmente a sí mismo. Trabajamos para poder consumir el fruto de nuestro trabajo, esto no es darle sentido al trabajo, este planteamiento nos envolvería, nos está envolviendo en una espiral destructiva de producir por producir, que mata el ambiente y la salud mental y física de las personas.

Tenemos entonces que plantearnos más a fondo para qué trabajamos si queremos salir de esta espiral. Como siempre que queremos saber cuál es la forma buena de hacer algo, empezamos como primer paso por mirar a la naturaleza. Miramos a la naturaleza y vemos a todos los animales entregados continuamente a una actividad, la de sobrevivir.

¿Por qué los animales trabajan? Para vencer la entropía, esa tendencia implacable de lo físico a la continua descomposición. Para ello los seres vivos necesitamos estar continuamente inyectándonos energía, extraída en definitiva del sol, para evitar la corrupción. El hombre es un animal inacabado, un animal al que sus instintos no le dicen exactamente todo lo que tiene que hacer, él tiene que acabar de completarse a sí mismo.

Esto es lo que llamamos libertad, un espacio más allá de los instintos en el que el hombre tiene que dirigirse a sí mismo. Esta libertad humana necesita encontrar un orden, necesita saber en qué dirección encaminarse. De aquí se deduce la importancia de que entendamos qué es lo que tenemos que hacer en el mundo y con el mundo, es decir, para qué trabajar.

Vamos a repasar bien brevemente las concepciones que ha tenido el hombre en el occidente sobre el trabajo, para poder llegar a la conclusión de que en el siglo XXI esta concepción está teniendo un giro radical donde podríamos, vamos a acabar justificando que el hombre vive para trabajar. Para Aristóteles trabajamos para lograr en algún momento no tener que trabajar y poder contemplar. Los griegos llegaron a despreciar el trabajo como cosa de esclavos, que permitía a los hombres libres dedicarse a buscar la buena vida, la vida ética.

Por otra parte, los judíos tenían otra visión del trabajo basada en su concepción del mundo como creado por un único Dios y al que el hombre estaba ayudando a cultivar, a hacer crecer la naturaleza. El cristianismo, basándose en la idea de que Dios se ha hecho hombre, culmina esta idea escatológica de que estamos preparando este mundo para que Dios venga aquí a la creación a habitar con sus hijos. Siglos después vino el capitalismo, que fue un gran intento de organizar la sociedad sin tener que hacer referencia a valores morales sobre los que era muy difícil ponerse de acuerdo.

Estamos hablando del siglo XVII, recién acabada la guerra de los 30 años, sino usar puramente criterios técnicos científicos. Una de las primeras víctimas del capitalismo fue el trabajo, que pasó a ser considerado como una mercancía, un servicio que se compra o se vende para integrarlo en una máquina de producir, que es la corporación. Se produjeron, por lo tanto, dos cambios sutiles pero radicales en la concepción del trabajo.

Primero, la conversión del trabajo de un contrato social, que definía la posición de una persona en el colectivo, a un contrato mercantil, de compra-venta de servicios. Y segundo, la cosificación y la atomización del trabajo para convertirlo en una tarea que sea parte del mecanismo productivo que es una empresa. Por fin llegamos al siglo XXI, donde pareciera que está cambiando esta concepción reduccionista del trabajo.

Los factores que se pueden decir que han contribuido a ello han sido las dos grandes crisis del siglo XXI, que es la crisis económica del 2008, que fue la gran implosión de la cabeza del sistema capitalista, que es la banca de inversiones, y la crisis del 2020, del COVID, que encerró a las personas en sus casas y tuvieron que aprender a no trabajar. La crisis del 2008 ya había puesto en duda la narrativa capitalista clásica, que es, si te portas bien y estudias mucho, podrás ir a una gran universidad, eso te permitirá entrar en un gran trabajo y eso te va a mantener toda tu vida hasta que te puedas retirar y hacer entonces lo que te dé la gana. La crisis o el encierro del COVID, por otro lado, nos paró de esta carrera que es el producir y llevó a la gente a preguntarse, oye, ¿para qué era que estábamos corriendo todo el día? El segundo factor que ayudó a desmontar esta visión mecanicista del trabajo fue, o es, una visión más holista de la naturaleza y del cosmos, una visión más ecológica, donde es más fácil ver el trabajo del hombre como parte de toda una epopeya evolutiva, donde el cuerpo está buscando su máximo desarrollo.

En esta concepción más holista, el trabajo está definido como toda actividad de un ser humano destinada a ser un mundo mejor. Si esta visión holista del trabajo acaba triunfando, tendremos que reconocer que el hombre no trabaja para vivir, sino que vive para trabajar, es decir, que el sentido de su vida es ayudar al mundo a crecer.

El hombre es el animal que imagina su muerte – Ep 9

El hombre es el animal que imagina su muerte – Ep 9

El ser humano es un animal que puede imaginar. Imaginar es proyectar un esquema de la realidad en su mente y darle vueltas, es decir, verlo desde otro ángulo, incluso proyectarlo en el futuro. Por lo tanto, el hombre es el animal que proyecta el futuro.

Así, de esta forma llega al conocimiento que no tienen los otros animales, la certeza de su propia muerte. Este conocimiento de su mortalidad obliga a plantearse preguntas muy fuertes. Específicamente, ¿qué sentido tiene la vida? ¿qué sentido tiene esta carrera por sobrevivir? Que se sabe que siempre acaba en fracaso entrópico, es decir, en la muerte, el triunfo del desorden, de la descomposición sobre el orden que es la vida.

Sin responder a esta pregunta, el hombre no tendría fuerzas ni para levantarse de la cama cada mañana. ¿Para qué trabajar? ¿Para qué luchar por evitar el hambre si al final la vida no puede mantenerse? Claro está, esto son preguntas teóricas, porque en la práctica todo niño está deseoso de salir de su cama, porque está convencido que le espera un mundo lleno de misterio, que es un sentido esperando ser desvelado. Esta suposición de que el mundo tiene sentido a los pensadores le llena de perplejidad.

¿Por qué casi todos los hombres tienden a suponer que la vida tiene un propósito, en vez de suponer lo que sería más fácil o más sencillo? Suponer que mientras no se demuestre lo contrario, la realidad carece de estructura, de finalidad. Si repasamos la historia, típicamente el hombre tiende a creer que hay un poder superior, que es quien ha establecido este orden natural por distintas razones. También típicamente el hombre, sobre todo después de los griegos, tiende a pensar que detrás de esta mortalidad evidente, el hombre goza de una cierta inmortalidad, bien sea por reencarnación, por resurrección o por el paso a otro tipo de vida.

Y se han dado no pocas explicaciones materialistas también a estas preguntas de por qué estamos aquí, preguntas de origen y para qué estamos, preguntas de destino. Estas respuestas, llamadas materialistas, tienden a decir que en definitiva la realidad existe sin razón ninguna, es decir, por chance, por azar, por probabilidad. Claro está, aquí no vamos a responder a la pregunta ¿cuál es el sentido de la vida? Sobre todo porque el sentido de la vida es personal, es decir, cada persona tiene que encontrar qué es lo que tiene que buscar en la vida y por qué tiene que buscar eso.

Y esta explicación personal tiene que darle sentido a todo lo que es la vida de cada persona, a todos sus sucesos, a toda su valoración del ambiente en el que está, de su historia. Lo importante aquí es que caigamos en cuenta de que después de darse cuenta de su mortalidad, el ser humano no puede vivir, no puede ni amarrarse los zapatos sin responderse a la pregunta ¿qué sentido tiene mi esfuerzo?, ¿qué sentido tiene la vida?