Cómo quedó el hombre tras el pecado original

¿Cómo quedó el hombre tras el pecado original? Antes del pecado: el hombre estaba en estado de “justicia original”, que significa que: Dios habitaba en su alma; el hombre no moría ni padecía enfermedades ni sufría; el hombre no tenía tentaciones: no apetecía algo que no quisiera con la razón, es decir, tenía una armonía perfecta consigo mismo; tenía además una armonía perfecta con Eva, con su prójimo; también estaba en armonía con el resto de la creación, a la que gobernaba para llevarla a su plenitud.
+    Después del pecado original: como ya vimos, las pasiones del hombre no responden a los dictados de su razón; en vez de gobernar la creación para llevarla a su plenitud, abusa de ella lo que puede; y la armonía con el prójimo es reemplazada por una desconfianza y afán de dominio; y con el pecado vinieron las enfermedades del cuerpo y la muerte. Pero el peor daño de todos era que el hombre perdió su amistad con Dios, perdió la gracia y, como efecto práctico de esto, perdió la posibilidad de ir al Cielo, con Dios, después de esta vida. El hombre quedó reducido al estado de un animal racional: nacía, crecía, se reproducía y moría. Estaba, realmente, peor que un animal, porque los animales tienen una armonía interior que el hombre no tenía: los animales obedecen sus instintos, y todo lo hacen bien a los ojos de Dios. Pero el hombre no tenía esa armonía: sus instintos no le obedecen: apetece cosas que no quiere apetecer, que sabe que le hacen daño.
+    Tan grande fue la ofensa hecha a Dios que no había nada capaz de levantarnos de esta ruina. Porque la magnitud de una ofensa se mide por la calidad del ofendido. Lo importante para calibrar una ofensa, no es el acto, no es si es un empujón o un gesto de desprecio. Es a quién se le hace. No es lo mismo un mal gesto a una madre que a un compañero. Ofender a Dios, por pura malicia, era una ofensa infinita. Por mucho que el hombre hiciera cosas buenas, nada era suficiente para compensar una ofensa infinita.
+    Pero Dios lo vio en ese estado de postración y rápidamente se apiadó de él: ahí mismo le prometió un Redentor: alguien que iría a rescatarle del pecado.
+    Pero ¿por qué hacía falta un redentor? ¿No bastaba que Dios perdonase al hombre? Hubiera bastado, pero Dios, llevado por un amor desmedido por el hombre, quiso que el hombre mereciera el perdón, como para que no le quedara al hombre duda de que había sido perdonado, de forma que su relación de amor fuera más intensa.
+    Pero si tenía que ser un hombre el que mereciera el perdón, ¿qué hombre podría hacer algo tan bueno y tan grande que compensara la ofensa infinita del pecado original? Dios ideó un plan muy audaz: Él mismo se haría hombre y haría algo bueno para merecer el perdón. Suena esto como un poco infantil, pero es como el papá que le da el dinero a sus hijos para que le compren el regalo de Navidad. El papá se conforma con el ofrecimiento del regalo, aunque sea él mismo el que lo pagó.
+    Según este plan, hubiera bastado con que ese Dios hecho hombre ofreciera cualquier cosa, una oración, una gota de su sangre, para haber merecido el perdón de la humanidad.
+    Pero sabemos que ese Hombre-Dios no solo derramó una gota de sangre, sino que se sometió a torturas y murió, para ofrecer ese acto de obediencia, de aceptación, a Dios. ¿Qué fue lo que salió mal? ¿Por qué esa exageración, si se hubiera conseguido el mismo perdón con una oración? Parece ser que el plan de Dios con la Redención no era solo perdonar al hombre, sino:
1.    Hacer una exhibición el amor que Dios tiene por el hombre, para que el hombre se convenza del amor que Dios le tiene: para excitar el amor del hombre hacia Dios.
2.    Demostrar al hombre lo grave que es el pecado, que necesita esta clase de operativo para ser eliminado. Demostrar al hombre que las miserias de la condición humana actual no son ‘naturales’, no son consecuencia de la limitación de la materia animal del hombre.
+    ¿Y qué pasaba, en el ínterin con los hombres que murieron antes de la Redención?
+    Jesucristo: ¿Era un semi-Dios? ¿Un Dios con apariencia de hombre? ¿Un hombre especial, con poderes sobrenaturales? Si era Dios ¿era Dios igual que es Dios el Padre? Estas controversias fueron las primeras que aparecieron lógicamente en la Iglesia, en los primeros siglos. Y lo que resultó ser la solución es una de las menos cómodas para la razón: Jesucristo es Perfecto Dios y Perfecto Hombre.