¿Cuál es el uso adecuado del sexo?

¿Cuál es el uso adecuado del sexo?
¿Qué se puede hacer y que no, en este campo? ¿Por qué se dice que está mal la homosexualidad, las relaciones prematrimoniales, la masturbación? ¿Es porque lo dice la Biblia?

Para responder adecuadamente a esta pregunta hay que encontrar la respuesta a otra pregunta más fundamental: ¿qué es lo que hace que una acciones sean buenas y otras no? ¿cuál es el origen de la moralidad?
Las repuestas dadas a esta pregunta a lo largo de la historia se pueden clasificar en tres grupos:
A) Dios: Dios decide que cosas son buenas y cuáles malas
B) Las cosas: Las cosas son así
C) El hombre: se pone de acuerdo en cada cultura para definir lo que se va a aceptar en esa sociedad y lo que no.

La respuesta cristiana es que la moralidad –la bondad- de los actos depende de cuánto se ajusten al orden natural.

Se dice que algo es bueno si está alineado con el diseño general del universo, si cumple con las leyes naturales (no sólo con la ley natural). Para poder determinar cuál es el buen uso del sexo, necesitamos establecer cuál es el orden natural de este instinto, de esta atracción.
Existen varios placeres físicos en la naturaleza física del hombre: sexo, comer, dormir, beber. Todos están puestos para facilitar que el hombre realice algunas funciones especialmente importantes. Si no existiera el placer en comer o dormir, el hombre estaría retrasando siempre esas funciones.
¿Cuál es la finalidad del instinto sexual? Facilitar al hombre que se una a una mujer, no solo físicamente, sino institucionalmente formando una familia. ¿Pero es ésta una función natural? Es una función social necesaria para el cuerpo de la sociedad, no para cada individuo. El hombre es un animal especialmente complejo, que tarda mucho en desarrollarse. Y para desarrollarse equilibradamente necesita que los primeros años de su vida transcurran bajo el cuidado de unos adultos que le ofrezcan amor. Si esto no está, la persona se desarrolla con carencias.
Para que esto funcione hace falta que el hombre y la mujer se comprometan a vivir juntos establemente. No serviría una unión temporera, como tienen los animales, porque nadie renunciaría a su profesión por una unión temporera. Piensen en lo irracional que es el matrimonio: un muchacho que acaba de ganar la libertad se somete a una nueva esclavitud a compartir la chequera a vivir con una persona de otro sexo, lo que implica que sus intereses son completamente distintos. Fuera de bromas, pensemos seriamente en lo fuerte que es que un hombre y una mujer se comprometen a vivir juntos a formar una familia. Para poder vencer todos estos obstáculos, para vencer esta tendencia a la independencia, el diseñador de la naturaleza ha puesto el instinto sexual: un instinto a compartir la vida y el cuerpo con una mujer. Este es el sentido del instinto sexual: facilitar la procreación dentro del un matrimonio.
Si hemos entendido esto podemos dejar aqui la charla, ya tenemos aquí la regla de oro de la moralidad sexual: es bueno cualquier uso del sexo que esté orientado a la procreación dentro del matrimonio, a la procreación humana (fuera del matrimonio es procreación animal).

Vamos a aplicar esta regla a algunas situaciones concretas, para que veamos lo mucho que ilustra:
¿No es la pornografía (o simplemente, el usar imágenes provocativas de mujeres como reclamo comercial en anuncios) no es disfrutar de una belleza que Dios ha puesto en la mujer? Respuesta: Es usar de esa atracción, pero con otro fin: capturar la atención. Esto, además trivializa el atractivo de una mujer, que se usa simplemente como mercancía. Esto aplica a usar la excusa de una playa para exhibir los atributos femeninos.
La homosexualidad: para entender la moralidad de la homosexualidad hay que distinguir entre tendencia homosexual y conducta homosexual. Tendencia es sentir la atracción hacia otra persona del mismo sexo. Conducta homosexual es dejarse llevar por esa tendencia y tener relaciones con otro del mismo sexo. La conducta está mal, la tendencia no. Una persona puede sentir las tendencias más desordenadas que se puedan imaginar, pero si no se deja llevar ni se goza en esas tendencias, no está haciendo nada malo.
Pero, el vivir toda la vida reprimiendo unas tendencias ¿no es insano, anti-natural, dañino, malo? Lo natural en una naturaleza dañada como la nuestra, en una naturaleza que perdió su diseño original, es vivir toda la vida combatiendo tendencias desordenadas. La gran mayoría de los hombres tenemos que vivir toda nuestra vida con tendencias adúlteras, y eso nos es para cogernos pena. El problema de fondo es que mucha gente cree que el fin de la vida es el placer, y decirle a alguien que no va a tener fuente de placer es condenarlo, es quitarle el fin de la vida, es inhumano.

ALGUNAS CUESTIONES DE CASTIDAD MATRIMONIAL
Aplicando este mismo principio de que el uso adecuado del sexo es dentro del matrimonio y orientado o abierto a la procreación. Eso significa que no hay espacio para el sexo anal. No hay espacio para el onanisno: para arrojar el semen fuera de la vagina ni cualquier comportamiento que impida el final natural del acto conyugal.
Para Lutrero el acto conyugal es un pecado que Dios no toma en cuenta, entonces uno puede realizarlo pero no puede disfrutarlo. Para nosotros es un acto sagrado: Dios está ahí con nosotros, y lo hacemos siguiendo una regla que él estableció. Siempre que respetemos el final natural del acto, podemos adornarlo con cosas que lo realcen: una música, un vino, un juego. Porque Dios está ahí si no estamos cerrando el acto a la vida. Pero cuando dos esposos hacen el sexo con protección lo que están haciendo es masturbarse mutuamente
No significa que uno trate de tener hijos en cada relación. No es mejor cristiano el que más hijos tenga. Se trata de dejar el acto conyugal “abierto”, de que haya en cada relación un cierto riesgo (de no pretender mantener el control total sobre el acto, para que si Dios quiere pueda ser un acto creador. Se trata de darle a Dios su espacio, y no pretender nosotros tener un control completo de nuestra vida.
Por vivir nosotros en un mundo donde Dios está arrinconado, se nos mete la idea de que nosotros tenemos que tomar control completo de nuestra vida. Entonces para ver si podemos tener un hijo, sumamos y restamos a ver si tenemos los recursos. Y esto a Dios le da pena, y a nosotros nos lleva al desasosiego: al miedo a perder el trabajo, a la vergüenza por no tener a cierta edad ciertos bienes, etc. Si no salimos de esta trampa, y contamos con que Dios sabe más, y Él dirige nuestra vida, sino rompemos esa forma de pensar, llega primero la tibieza y luego la frialdad.
Vivimos en uno de esos ciclos históricos en los que las costumbres se degradan y el tono moral de todo el mundo, no solo de los pervertidos, se pone más bajito. Y puede ser que subjetivamente no nos demos cuenta de que se nos mete la impureza simplemente con “estar” en el mundo (ver la tv, caminar por la calle, ir a la playa, etc). El problema es que, aunque subjetivamente no nos demos ni cuenta, objetivamente hace daño a nuestra alma porque enfría en nosotros el amor y hace que, a la larga, las cosas no nos sepan a nada, perdamos la sensibilidad, necesitemos cada vez más carga en las cosas para que nos atraigan (en las cosas de todo tipo: proyectos del trabajo, personas, objetos personales, un carro, etc). Este embotamiento de la sensibilidad hace que disfrutemos menos la vida.
¿Cómo no perder la sensibilidad cuando estamos en un ambiente negativo? Examinándonos con valentía cada semana y pidiendo perdón a Dios y ayuda a la Virgen.
En general, hemos de ver la pureza como algo positivo, que nos hace disfrutar cada vez más de la vida y ver a Dios a nuestro lado.