¿Decide cada cultura lo que está bien y lo que está mal? -Ep 6
Saben ustedes que en algunos países se ve feo señalar con el dedo, que en algunas latitudes es de buena educación hacer ruidos al comer, como eructar o sorber. Saben que regalar flores se ve mal en ciertas regiones. En algunos países los hombres se besan las mejillas al saludarse, pero en otras esto no se entiende.
Todos sabemos que en otras épocas se veía mal que las mujeres usaran pantalones, pero no en nuestra época. ¿No nos indica esto que lo que es correcto o incorrecto varía con las culturas y varía con el tiempo? ¿No debemos concluir con estos ejemplos que las normas morales sobre lo que está bien y lo que está mal tienen su origen en convenciones humanas?
La primera o más común donde ponen la moral en la voluntad de los dioses que deciden lo que está bien y lo que está mal. Hemos analizado también las respuestas más naturalistas donde la naturaleza exige de seres vivos un cierto comportamiento para poder vivir. Y vamos a analizar en este episodio el tercer gran grupo de teorías sobre la moral que es el origen de la moral es convencional.
Que los hombres de cada lugar y de cada tiempo deciden los comportamientos que no se van a admitir en esa colectividad. Vivimos en una época de pensamiento que se conoce como modernidad. Que abarca más o menos los últimos 500 años y que se caracteriza por una gran centralidad o importancia de lo individual como opuesto a lo colectivo o a lo sistémico.
En estas épocas más individualistas, que ya ha habido varias en la historia, se puede o se tiende a pensar en el caso más extremo que cada individuo puede definir lo que está bien y lo que está mal. Normalmente dentro de los límites de que no moleste a los demás, que es el dogma, el gran dogma individualista. Con esta visión de la persona es típico que se piense que las normas morales son casi todas de naturaleza convencional.
Es decir, acuerdos o convenciones entre personas. Acuerdos orientados sobre todo a que nos respetemos unos a otros, a organizarnos para no pisarnos los pies. No se trata de que las normas no existan en estas épocas individualistas, sino que las normas no tienen como fin orientarnos a que respetemos la naturaleza o los dioses, como las otras dos visiones morales anteriores que vimos, sino que su fin es que respetemos la individualidad de cada uno en la orientación que éste decida darle a su vida.
Normalmente este relativismo moral suele provocar lo que se puede calificar como un bajo tono moral o baja moralidad, en el sentido de que las morales sociales o convencionales, estas morales sociales, son morales de mínimos, lo mínimo que tienes que hacer para no molestar a los demás. Las morales de mínimo tienden a no poner ideales a las personas, más allá de no incordiar para no ser incordiado, más que lograr grandes gestas heroicas. Pero tenemos ahora que hacer un parón y preguntarnos, ¿es lo mismo el que las normas morales sean variables con las culturas y los tiempos, a que esas normas sean convencionales, es decir, creadas tan sólo por una convención o un acuerdo entre los hombres? ¿Es lo mismo cultural que convencional? Existen muchísimas normas que son convencionales, si guiamos los carros por la izquierda o por la derecha, si tenemos que pagar el 7% o el 17% de impuestos, si el permiso x lo otorga tal o cual instrumentalidad pública, y podemos ver fácilmente que estas normas pueden ser muy convencionales y por lo tanto variantes.
Pero analizamos por un momento lo que es la cultura, para ver si lo que se impone culturalmente es todo arbitrario, es decir convencional, o hay algunas reglas que tienen que seguir esas reglas culturales. Acudimos aquí a nuestra narrativa favorita, la evolución, y vemos que desde el punto de vista evolutivo la cultura es una ayuda suplementaria a la del código genético que la naturaleza instila en los animales sociales, sobre todo en el humano, para que sepamos cómo vivir, qué cosas se pueden comer, qué cosas sirven para curar, de qué forma nos podemos apoyar en los demás para echar adelante, etc. En el caso del humano, que cuenta con las herramientas de las ideas y de las palabras, este conocimiento colectivo se almacena colectivamente en toda la comunidad, no tan sólo en los padres como en otros animales superiores, donde son los criadores los que preparan a la cría para la vida, y esa sabiduría acumulada es la que se manifiesta en la infinidad de normas sociales que hay en las comunidades humanas.
No pensemos en las normas sociales tan sólo como las de tipo protocolar o de formalidades, la obligación de celebrar una boda, la expectativa de que los pequeños obedezcan a los mayores, y no al revés, la división de roles entre los sexos o entre las edades, la obligación de defender a la comunidad de los peligros, la expectativa de respeto a las instituciones más establecidas, más veteranas, son todos tipos de normas de conducta que se nos transmiten a través de la cultura. Claro está que para entender cómo esta transmisión de normas funciona en la práctica, hay que tener en cuenta un rasgo muy característico del ser humano, que nace dándole una importancia extraordinaria a los ojos de los demás en uno, es decir, que necesita para vivir el sentir que los demás lo aprueban y le tienen estima por lo que hace, por eso es que se llama al ser humano el primate hipersocial, porque no puede vivir sin ese refuerzo de los demás. En conclusión, las normas morales que impone la cultura son variables y mudables, pero no son arbitrarias, son variables porque variable es el ambiente en el que el humano vive y una forma de vestir que era bien vista en una época puede dejar de serlo en otra.
Lo que siempre es permanente es que el vestido en el hombre, en el humano, es un mensaje que quiere transmitir a los demás sobre qué tipo de persona es y que para transmitir un mensaje usa la semántica de su época. Tenemos que concluir a base de lo que hemos discutido, que la cultura es una fuente inmensa de normas morales. El hecho de que una norma tenga un fundamento cultural, esto no la se vacía o meramente protocolar o simbólica, sino que la cultura es, en muchos casos, la voz de la naturaleza diciéndole a los humanos por dónde es mejor ir para vivir más y mejor.
Resumen. En momentos culturales de mucho individualismo, como el presente, hay una tendencia a reducir las normas morales a lo mínimo para no molestar a los demás, ya que no hay un proyecto de vida colectivo generalmente aceptado. Número 2. Ciertamente, la vida en sociedad impone muchas normas que son puramente arbitrarias, inmudables o efímeras.
Número 3. La cultura no es simplemente un contrato social, sino que en la evolución es la forma en la que la naturaleza ayuda al humano apoyarse en la sabiduría colectiva para encontrar las mejores formas de vivir. Y número 4. En conclusión, el que las normas morales sean mudables no las hace de menor valor para la vida que otras normas que ya tenemos impresas en nuestro DNA. Esas normas siguen siendo guía para vivir.