El difícil arte de amarse a uno mismo. Ep 28

Pudiera parecer que amarse a uno mismo es algo extremadamente fácil, que más bien uno debe estar pendiente de que los instintos no lo lleven a uno dedicarse más tiempo, más atención de la que debiera, pero como vamos a ver en este episodio, el auténtico amor a uno mismo conlleva romper con unos miedos tan fuertes, conlleva una aceptación tan costosa de la posición de uno en la vida, que podríamos decir que es de los amores más difíciles que hay. ¿Consiste el amor a uno mismo en darse cuidados o es todavía más complejo? No se vayan porque estamos Buscando Respuestas.

Aunque se podría argumentar que lo más universal que hay es la obligación de amar, también tenemos que reconocer que amar es difícil. O sea, es universal, es asequible, está en todo, pero no deja de ser difícil.

Amar es natural, amar es espontáneo, pero amar bien exige esfuerzo, es decir, la aplicación de la voluntad y de la inteligencia de forma consciente. Por ejemplo, para que veamos lo complicado que es amar, muchas veces tenemos la idea equivocada de que amar es regalar, es dar algo gratuitamente, cuando lo cierto es que regalar y dar es sólo el comienzo, es solo la declaración amorosa. Me gustas o te quiero y por eso te regalo esto.

Pero el regalo no es la esencia del amor. Hay padres, hay esposos que sienten que dando, dando cosas, están cumpliendo su deber de amar, regalando cosas a sus hijos, dándole cosas a su esposa, están cumpliendo su obligación de amar. La esencia del amor es más una aceptación transformadora, es decir, un yin-yang entre querer a la persona como es y quererla mejor de lo que es, que tiene que darse a la vez, como en todo el yin-yang, a la vez.

Si hemos concluido que amar no es regalar, sino aceptar transformadoramente, es decir, aceptar lo que la persona es a la vez que quiero que sea mejor de lo que es, podemos aplicar eso al amor a uno mismo. La literatura de la autoayuda se puede resumir en que el amor a uno mismo consiste en darse básicamente cuatro cosas, una comida adecuada, no excesiva, un sueño adecuado, no demasiado escaso, un ejercicio que compense nuestra falta de movilidad cultural y ahora la meditación que es como aprender a pensar menos o a dejar de pensar de vez en cuando. Ahora bien, si amar no es tanto dar como aceptar, debemos entonces entender o aprender cómo uno se acepta con esa aceptación transformadora que hemos dicho que es la esencia del amor.

Aceptarse es súper complicado. Tendemos a estar completamente en desacuerdo con la vida que nos ha tocado vivir, con la forma de ser con la que hemos venido a este mundo, con la situación histórica que nos ha tocado enfrentarnos, con las raíces de las que somos parte. Se entiende por tanto que mucha gente prefiere darse cositas que no amarse, porque amarse implica aceptar la forma de ser con la que uno ha venido al mundo y esto es muy fuerte porque los instintos sociales nos llevan siempre a querer ser de otra forma.

Pero vamos a ser más explícitos y vamos a detallar qué es lo que uno tiene que amar de sí mismo. Amarse a sí mismo yo lo resumo sobre todo en amar la vocación que uno le ha tocado vivir. Vamos a explicar esto de la vocación, porque la vocación de una persona no es pertenecer a algo, o ser médico, o ser abogado, o ser madre de familia.

La vocación es una conjunción de dos cosas. Número uno, el equipaje que uno le ha tocado, con el que uno viene a la vida. Y número dos, el destino al que uno se siente llamado, entre otras cosas, al mirar su equipaje, sus capacidades o sus discapacidades.

El equipaje, a su vez, es una conjunción de la coyuntura histórica en la que uno nace y el endowment genético, o sea, no sé cómo se dice endowment, no se me viene a la cabeza cómo se dice endowment, la herencia genética que uno trae. La coyuntura histórica es, o sea, en la que uno nace, lo que uno tiene que aceptar como parte de su equipaje, esa coyuntura histórica es, número uno, la historia de sus papás antes de él, o sea, el linaje al que uno pertenece. Y número dos, el ambiente en el que uno se cría antes de uno poder elegir su ambiente.

Eso es la coyuntura histórica en la que uno nace, es parte de lo que uno tiene del equipaje que uno tiene que aceptar. El endowment genético es esa programación animal que tenemos y que define en bastante medida a el tipo de cuerpo que tenemos y ve el tipo de mente o tendencias psíquicas que tenemos, una cierta timidez, unas ciertas miedos, una cierta necesidad de los demás o de la aprobación de los demás, etcétera. Repito, para amarse a uno mismo, amar la vocación.

Amar la equipaje que uno trae a la vida y el destino al que uno se siente llamado. El equipaje que uno trae en la vida es la conjunción de la coyuntura histórica en la que uno nace y del endowment genético que uno trae. La coyuntura histórica es la historia de sus papás antes de él y el ambiente en el que uno se cría.

Esa es la coyuntura histórica que uno tiene que aprender a querer, convencerse de que es, en cuanto al endowment genético, es más fácil de entender, es toda la programación animal que traemos, es decir, el tipo de cuerpo y el tipo de mente que traen. El segundo componente de ese equipaje que dije que tenemos que componer nuestra vocación, que es lo que consiste en amar lo que consiste, lo que somos realmente, a lo que tenemos que amarnos. El segundo componente de ese equipaje, perdón, de esa vocación es el destino.

El primer componente es el equipaje, lo que uno trae, y el segundo es el destino a lo que uno está llamado, a donde uno tiene que ir con ese equipaje. El destino no es tanto un lugar como una dirección, no es tanto una meta como un camino, no es casarme con fulana, sino empezar ahora a montar un proyecto de vida junto a fulana. Esa es la vocación que uno siente en cada momento del tiempo.

No es ser médico, eso no es una vocación propiamente, sino empezar a buscar, a hacer un tipo de bien en el campo de la medicina. Repito, la vocación no está en el futuro, sino en el presente, siempre en el presente. La vocación es la dirección a la que apuntamos hoy, no es la vocación la meta a la que apuntamos en el futuro.

Bueno, pero esto ha sido la parte fácil, saber en qué consisten las piezas de amarse a sí mismo. Ahora viene la parte complicada, cómo yo me amo si no me gusta mi equipaje, si no me gusta mi destino, si no me gusta la coyuntura histórica en la que nací, el endowment genético que tengo, la historia, el linaje al que pertenezco, la historia de mis papás, el ambiente en el que me tocó vivir, nada de esto me gusta, cómo yo puedo amarlo. Pongamos un ejemplo, yo nací cojo, tengo una pierna más corta que la otra y eso ha tenido una repercusión enorme en mi vida, mis capacidades, mis relaciones, cómo hacer para quererme cuando tengo unas limitaciones objetivas tan obvias que limitan, que de verdad son limitantes, no es como un gusto, me gustaría tener los ojos de otro color, es como que mira, no puedo levantar, estoy en una cama, no puedo bailarme por mí mismo, hay forma de amar eso o incluso debe ser amado.

Bueno, para responder esto primero que tenemos que tener claro que tenemos una limitación en nuestro aparato afectivo, no una limitación sino un diseño que promueve que nosotros queramos tener cosas que los otros tienen: una cierta estatura, una cierta complexión, una cierta situación en la vida, una cierta posición social de nacimiento.

A nosotros nos gustan las cosas, cosas que tienen otros y esto es por diseño, por diseño animal porque los animales sociales, específicamente los humanos como animales sociales que somos, necesitamos estar mirándonos unos a otros para de verdad tener una vida comunitaria, nos importan mucho los demás. Si no fuera por eso no seríamos tan sociales y no hubiéramos podido llevar a cabo el destino para que como humanos estamos llamados. Pero, aunque es natural que nosotros nos inspiremos en las cosas que los otros tienen y que yo no tengo, para crecer, para buscar más, aunque es natural, esto no es el fin, es el comienzo.

Es decir todo lo que tenemos que hacer normalmente empieza por un mensaje que nos manda un instinto y nosotros sobre ese mensaje actuamos, ponemos los juicios de la razón y actuamo. El que nos agraden las cosas que tienen los demás es simplemente una llamada a mirar para inspirarnos.

¿Cómo yo amo entonces mis limitaciones objetivas, como yo amo el que tengo una pierna más corta que otra? Es un ejemplo hipotético. En mi caso yo tengo montones de limitaciones objetivas con respecto al promedio de la humanidad o a lo normal, vamos a poner, más que promedio, a lo modal, a lo normal en la humanidad. ¿yo puedo amar eso?

Bueno aquí está la clave, tengo que desarrollar un convencimiento de que el equipaje que traigo no es más grande que el de los demás, pero es el exacto que yo necesito para hacer lo que tengo que hacer. Repito no tengo que convencerme, es imposible que yo me convenza de que estoy dotado con todo lo que necesito, que estoy dotado por encima de los demás, soy súper dotado, no tiene sentido que yo pretenda convencerme de eso, es un engaño.

Claro para convencerse de que uno tiene el equipaje perfecto para el camino que uno tiene que caminar, lo más práctico, lo más rápido es tener un sentido trascendente de la existencia, es decir, el convencerse de que hay algo, alguien que está organizando las cosas; que nosotros no hemos caído en un mundo caótico, sino que hay un plan desarrollándose entre nosotros, Que la vida, y la realidad, es parte de un plan grande. Y entonces uno tiene que confiar en ese plan, obviamente cuanto más holista sea uno, cuanto más convencido de que el todo tiene un sentido, tiene algo que decir en el desenvolvimiento de las partes, pues más fácil es aceptar esta realidad.

De hecho, podría decir, que si uno creyera -yo creo que hay poca gente que crea esto- que no hay ningún plan en la realidad, que todo es simplemente azar, o sea, cosas chocando unas con otras y produciendo fenómenos increíbles como la vida. los planetas, las galaxias, etcétera; aunque uno creyera eso, existe un cierto convencimiento, los seres humanos tenemos, un cierto convencimiento interno, de que estamos aquí para algo. No tiene ese algo que ser muy consistente, que tenga mucha entidad, sino que sea simplemente como un sentimiento, vamos a reducirlo a eso.

Pues aún con ese pequeño hilito de convencimiento en la realidad, nosotros podemos llegar a la conclusión, sobre todo a medida que vayamos creciendo en edad y en sabiduría, podemos llegar al convencimiento de que tenemos el equipaje que necesitamos para lo que tenemos que hacer. Obviamente no quiero tapar el cielo con la mano, cuanto más uno tenga una cosmovisión holista, una visión trascendente de la vida, pues más fácil es aceptar esto. De hecho, podemos decir que las grandes religiones de la humanidad son simplemente gente convencida de que hay un master plan o un meta-plan que guía las existencias de todo. Y la intuición religiosa es de las cosas más comunes que hay en los hombres. Uno bien difícilmente podría ampararse en decir que yo no creo. Habría que decirle “mira flaco, reexamínate porque es bien raro que haya un ser humano que no haya intuido la llamada de la trascendencia”. Por ejemplo cuando una persona tiene hijos o tiene algo importante o que él considera importante que hacer en su trabajo, en su ambiente, entonces, siente realmente la llamada de su destino. Siente que está para algo, no hace falta un convencimiento super trascendental o una visión super trascendental de la realidad. En esas intuiciones tenemos que apoyarnos, por lo menos en estas épocas en las que no es común tener visiones muy amplias de la realidad, apoyarnos en esas intuiciones personalísimas que nos hacen convencernos de que estamos para algo y si miramos ese para qué estamos hechos, nos vamos a dar cuenta, poquito a poquito, hará sentido por qué somos como somos, por qué nacimos en este ambiente, por qué tenemos esta personalidad, por qué tenemos esta forma de ser, esta historia con la que cargamos. La respuesta es: porque es lo que nos permite estar en el sitio que estamos, en la posición en la que estamos, que es lo que nos permite hacer lo que tenemos que hacer.

No podemos acabar esta reflexión sobre un tipo de amor, sobre cualquier tipo de amor, sin hacer la siguiente consideración que hay que hacer cada vez que uno reflexiona sobre algo a lo que se está llamado a amar. Y la reflexión es lo siguiente, el arte de vivir es el arte de amar, el arte de amar es guardar la proporción adecuada entre los distintos amores.

Que el amor a mi auto no esté por encima del amor a mi hijo, pero precisamente lo que marca la armonía que deben de tener los amores es la vocación, es decir, posiblemente lo más importante que yo tenga que hacer esta noche es dormir, dormir es tan importante en la vida. En algún momento lo más importante que yo tenga que hacer durante el día que empieza hoy debe ser lavarme los dientes. Va a haber un momento donde eso es lo más importante, en el presente va a ser lo más importante el amor al que tengo que acudir, entonces lo que dicta la armonía, la forma de encontrar la armonía entre las distintas cosas que yo tengo que querer en la vida, es lo que yo estoy llamando la vocación que es como ese plan que engarsa lo que uno tiene con lo que uno tiene que hacer.

Bueno, en resumen y para acabar, lo que hemos visto en el episodio de hoy es el difícil arte de amarse a uno mismo, hemos acudido a la teoría de lo que es el amor, que no es dar, sino darse, el darse se concreta en la aceptación transformadora del otro, que se traduce en te quiero como eres y a la vez te quiero mejor de lo que eres, cuando esto lo aplicamos al amor a nosotros mismos, se concreta en el amor a la vocación que uno tiene, que es decir el amor al equipaje con el que uno viene a la vida y la misión que tiene que realizar con ese equipaje, la aceptación no es simplemente un ni modo, no me queda otro remedio, tengo que aceptar, no es una resignación, sino un auténtico amor, estoy entusiasmado porque con este equipaje que puede ser más o menos conspicuo, más o menos llamativo, tengo que hacer, lo que yo voy a hacer no lo puede hacer más nadie en todo el universo.

Esta aceptación de uno mismo, de lo que uno es, de lo que uno tiene que hacer, es sin duda la mejor forma de amarse a sí mismo.