Fides et Ratio, reflexiones sobre la – Joseph Raztinger – Summary
Fides et Ratio, reflexiones sobre la
Ratzinger, 16.II.00
Quintaesencia: La cultura moderna se ha convencido de que no se puede conocer la verdad en cuanto tal. Este pensamiento fue entrando, con la Edad Moderna, porque se fue creyendo que el único criterio de verdad era el científico. También se piensa el cristianismo ni ninguna religión es adecuada para todas las culturas. Pero esto sería como negar que las culturas están llamadas a la verdad y por lo tanto se pueden comunicar y superar. También se piensa que todas las religiones son iguales. Esto se da por olvidar que: las religiones dicen a veces cosas opuestas; que no todos los comportamientos salvan y que la conciencia es la voz de la Verdad en cada persona.
Contents
Fides et Ratio, reflexiones sobre
A. Objetivo de la “Fides et Ratio”: averiguar si se puede conocer la verdad de las cosas.
B. ¿Se puede conocer la Verdad o solo las palabras que representan parcialmente esa Verdad?
(2) Ejemplo de cultura cerrada a la verdad: pensar que no hay nada por encima de la mayoría.
(2) Criterios para que la fe cristiana dialogue con las diversas culturas:
(3) Cómo la Fe se ha encontrado con las culturas
(1) No todas las religiones son dicen cosas igual de válidas
(2) No cualquier comportamiento lleva al cielo
E. ReFlexiones finales: La filosofía debe volver a preguntarse las cuestiones últimas
A. Objetivo de la “Fides et Ratio”: averiguar si se puede conocer la verdad de las cosas.
La filosofía se pregunta si el hombre puede conocer la verdad, las verdades fundamentales sobre sí mismo, sobre su origen y su futuro, o si vive en una penumbra que no es posible esclarecer y tiene que recluirse, a la postre, en la cuestión de lo útil. Lo propio de la fe cristiana en el mundo de las religiones es que el cristianismo sostiene que nos dice la verdad sobre Dios, el mundo y el hombre, y que pretende ser la “religio vera”, la religión de la verdad.
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”: en estas palabras de Cristo según el Evangelio de Juan (14, 6) está expresada la pretensión fundamental de la fe cristiana. De esta pretensión brota el impulso misionero de la fe: sólo si la fe cristiana es verdad, afecta a todos los hombres; si es sólo una variante cultural de las experiencias religiosas del hombre, cifradas en símbolos y nunca descifradas, entonces tiene que permanecer en su cultura y dejar a las otras en la suya.
La intención última de la encíclica es rehabilitar la cuestión de la verdad en un mundo marcado por el relativismo. En la situación de la ciencia actual, que ciertamente busca verdades pero descalifica como no científica la cuestión de la verdad, la encíclica quisiera hacer valer dicha cuestión como tarea racional y científica, porque, en caso contrario, la fe pierde el aire en que respira.
B. ¿Se puede conocer la Verdad o solo las palabras que representan parcialmente esa Verdad?
(1) El la cultura moderna hay un nominalismo: lo más que ponemos conocer son las palabras, no la verdad que representan.
No es nada moderno preguntarse por la verdad. La cuestión de si lo dicho por el autor es o no, y en qué medida, verdadero, sería una cuestión no científica; nos sacaría del campo de lo demostrable y verificable, nos haría recaer en la ingenuidad del mundo precrítico. En el trasfondo de este modo de interpretación histórica hay una filosofía, una actitud apriórica ante la realidad que nos dice: no tiene sentido preguntar sobre lo que es; sólo podemos preguntar sobre lo que podemos hacer con las cosas. La cuestión no es la verdad, sino la praxis, el dominio de las cosas para nuestro provecho.
El fundamento para esta renuncia inequívoca a la verdad estriba en lo que hoy se denomina el “giro lingüístico”: no se puede remontar más allá del lenguaje y sus representaciones, la razón está condicionada por el lenguaje. Cuando la escritura, lo escrito, se convierte en barrera frente al contenido, entonces se vuelve un antiarte, que no hace al hombre más sabio, sino que le extravía en una sabiduría falsa y enferma. “La interpretación de esta Palabra (de Dios) no puede llevarnos de interpretación en interpretación, sin llegar nunca a descubrir una afirmación simplemente verdadera”. El hombre no está aprisionado en el cuarto de espejos de las interpretaciones; puede y debe buscar el acceso a lo real, que está tras las palabras y se le muestra en las palabras y a través de ellas.
(2) Ejemplo de cultura cerrada a la verdad: pensar que no hay nada por encima de la mayoría.
Esto se pone de manifiesto, claramente en la crítica que el filósofo italiano Paolo Flores d´Arcais ha hecho a la encíclica. Dice que tiene consecuencias mortíferas para la democracia ya que el Papa ha calificado como carentes de validez auténticamente jurídica las leyes que permiten el aborto y la eutanasia. Sedún el filósofo, quien se opone de este modo a un Parlamento elegido e intenta ejercer el poder secular con pretensiones eclesiales, muestra que el sello de un dogmatismo católico permanece esencialmente estampado en su pensamiento. Tales afirmaciones presuponen que no puede haber ninguna otra instancia por encima de las decisiones de una mayoría. La mayoría coyuntural se convierte en un absoluto e inapelable. Oponerse a esto, como hace el Papa, no es “fundamentalismo”, sino un deber de la Humanidad proteger al hombre contra la dictadura de lo coyuntural convertido en absoluto y devolverle su dignidad, que justamente consiste en que ninguna instancia humana puede dominar sobre él, porque está abierto a la verdad misma.
(3) Problema para abrir esta cultura actual a la verdad: el método de conocer la verdad se ha limitado al método de las ciencias experimentales.
Es difícil volver a dar carta de ciudadanía a la cuestión de la verdad en el debate público, debido al canon metodológico que se ha impuesto hoy como sello acreditativo de la cientificidad. Por eso, es necesario un debate fundamental sobre la esencia de la ciencia, sobre la verdad y el método, sobre el cometido de la filosofía y sus posibles caminos. La ciencia en su conjunto no puede acabar haciendo imposibles las preguntas propias del hombre, sin las que ella misma quedaría como un activismo vacío y, a la postre, peligroso. No puede ser tarea de la filosofía someterse a un canon metodológico (el de las ciencias positivas), que tiene su legitimidad en sectores particulares del pensamiento. La tarea de la filosofía tiene que ser justamente pensar la cientificidad como un todo, concebir críticamente su esencia y, de un modo racionalmente responsable, ir más allá de ello hacia lo que le da sentido a la ciencia (por ejemplo, que las cosas existen fuera de nuestra mente, que son cognoscibles, etc).
Frente a ese canon, el Papa defiende la multiplicidad de caminos del espíritu humano, la amplitud de la racionalidad, que tiene q
ue usar métodos diversos según la índole del objeto que quiera conocer. Lo no material no puede ser abordado con métodos que corresponden a lo material. así podría resumirse, a grandes rasgos la encíclica: la denuncia del Papa frente a una forma unilateral de racionalidad.
C. ¿Hay una verdad diferente para cada Cultura? ¿Puede haber algo que sea verdad para todas las culturas?
(1) ¿Puede el cristianismo hablar con otras culturas que no sean la Occidental? Si son culturas humanas están abiertas a la verdad, a lo universal y a la trascendencia
Hoy se contrapone de buen grado la relatividad de las culturas a la pretensión universal de lo cristiano, que se funda en la universalidad de la verdad. Frente a esta pretensión, la cultura moderna elimina la cuestión de la verdad, y piensa que los límites de las culturas son insalvables: el cristianismo sería la forma de religión adecuada a Europa.
Por esto, la “Fides et Ratio” se plantea la cuestión de la relación entre verdad y cultura: si puede darse una comunión de las culturas en la única verdad, si puede decirse la verdad para todos los hombres, trascendiendo las diversas formas culturales.
A un concepto estático de cultura, que presupone formas culturales fijas que a la postre se mantienen constantes y sólo pueden coexistir unas con otras, pero no comunicarse entre ellas, el Papa ha opuesto en la encíclica una comprensión dinámica y comunicativa de la cultura. Subraya que las culturas, “cuando están profundamente enraizadas en lo humano, llevan consigo el testimonio de la apertura típica del hombre a lo universal y a la trascendencia”.
(2) Criterios para que la fe cristiana dialogue con las diversas culturas:
1. Basarse en la “universalidad del espíritu humano, cuyas exigencias fundamentales son idénticas en las culturas más diversas”.
2. “Cuando la Iglesia entra en contacto con grandes culturas, no puede olvidar lo que ha adquirido en la inculturación en el pensamiento grecolatino. Rechazar esta herencia sería ir en contra del designio providencial de Dios…”
3. “Hay que evitar confundir la legítima reivindicación de lo específico y original del pensamiento [de la cultura que se trate] con la idea de que una tradición cultural deba encerrarse en su diferencia y afirmarse en su oposición a otras tradiciones, lo cual es contrario a la naturaleza misma del espíritu humano”.
(3) Cómo la Fe se ha encontrado con las culturas
a) La Historia Sagrada es la lucha de Dios contra la tendencia de Israel a cerrarse en su cultura
La Biblia no es mera expresión de la cultura del pueblo de Israel, sino que está continuamente en disputa con el intento, totalmente natural de este pueblo, de ser él mismo e instalarse en su propia cultura. La fe en Dios y el sí a la voluntad de Dios le van desarraigando continuamente de sus propias representaciones y aspiraciones. Él sale constantemente al paso frente a la religiosidad propia de Israel y a su propia cultura religiosa, que quería expresarse en el culto de los lugares altos, en el culto de la diosa celeste, en la pretensión de poder de la propia monarquía. Los libros sagrados de Israel no son los más bellos de la literatura sagrada, pero tienen su singularidad en cómo la fe se expresa como un combate contra lo propio, que comienza con la peregrinación de Abraham. La liberación de la ley que Pablo alcanza por su encuentro con Jesucristo resucitado, lleva esta orientación fundamental del Antiguo Testamento hasta su consecuencia lógica: significa la universalización plena de esta fe, que se separa del orden nacional.
b) El encuentro del Cristianismo con el Mundo Griego
Este patrón determina también el encuentro del mensaje revelado con la cultura griega, que, por cierto, no empieza sólo con la evangelización cristiana, sino que se había desarrollado ya dentro de los escritos del Antiguo Testamento, sobre todo mediante su traducción al griego y a partir de ahí en el judaísmo primitivo. Este encuentro era posible, porque ya se había abierto camino en el mundo griego un acontecimiento semejante de autrotrascendencia de lo griego. Los Padres no han vertido sin más al Evangelio una cultura griega que se mantenía en sí y se poseía a sí misma. Ellos pudieron asumir el diálogo con la filosofía griega y convertirla en instrumento del Evangelio allí donde en el mundo griego se había iniciado, mediante la búsqueda de Dios iniciada por los filósofos griegos, una autocrítica de la propia cultura y del propio pensamiento.
La fe une los diversos pueblos -comenzando por los germanos y los eslavos, que en los tiempos de la invasión de los bárbaros entraron en contacto con el mensaje cristiano, hasta los pueblos de Asia, África y América- no a la cultura griega en cuanto tal, sino a su autosuperación, que era el verdadero punto de contacto para la interpretación del mensaje cris
tiano.
D. ¿Cualquier religión salva si uno la vive sinceramente? ¿Cómo se Salva el hombre? ¿Cómo llega a ser justo?
Se tiende a pensar en la cultura moderna que por todas las religiones se llega a la salvación si uno tiene buena intención. Pero esto es difícil de aceptar porque, entre otras cosas, diversas religiones no sólo exigen cosas diversas sino a veces opuestas.
(1) No todas las religiones son dicen cosas igual de válidas
No todas las religiones son semejantes. Existen formas de religión degeneradas y morbosas. Y las grandes religiones a veces pueden ser morbosas en algunos tramos de su camino. La religión exige discernimiento entre las religiones y dentro de la religión misma para poder apreciar cuál es su altura. Con el indiferentismo de los contenidos y de las ideas, que todas las religiones sean distintas y sin embargo, en el fondo, iguales, no llegaremos muy lejos. La negativa dada a la verdad no sana al hombre. A nadie le pasa inadvertido cuánto mal ha sucedido en la Historia en nombre de sanas opiniones y buenas intenciones.
(2) No cualquier comportamiento lleva al cielo
El cielo comienza en la tierra. La salvación en el más allá supone la vida correspondiente en el más acá. El cielo comienza en la tierra. La salvación en el más allá supone la vida correspondiente en el más acá. Hay formas de comportamiento que nunca pueden servir para hacer recto y justo al hombre. Esto significa que la salvación no está en las religiones como tales, sino que depende también de hasta qué punto llevan a los hombres, al bien, a la búsqueda de Dios, de la verdad y del bien. Por eso, la cuestión de la salvación conlleva siempre un elemento de crítica religiosa. En todo caso, tiene que ver con la unidad del bien, con la unidad de lo verdadero, con la unidad de Dios y del hombre.
(3) La conciencia de la persona no separa de la verdad objetiva sino que es la voz de esta verdad dentro de cada hombre
San Pablo, cuando dice que los paganos “llevan los preceptos de la ley escritos en su corazón, como lo atestigua su conciencia” está viendo la conciencia como el órgano de Dios, de la verdad que habla a cada persona. La conciencia no es, como en la cultura moderna, expresión del carácter absoluto del sujeto, sobre el que no puede haber, en el campo moral, ninguna instancia superior. Esto sería negar nuestro acceso a la verdad.
E. ReFlexiones finales: La filosofía debe volver a preguntarse las cuestiones últimas
La filosofía como tal no debería cerrarse en lo meramente propio e ideado por ella. Así como debe estar atenta a los conocimientos empíricos, que maduran en las diversas ciencias, así también debería considerar la sagrada tradición de las religiones, y en especial el mensaje de la Biblia, como una fuente de conocimiento del que ella se deja fecundar. Una filosofía que ya no pregunta quiénes somos, para qué somos, si existe Dios y la vida eterna, ha abdicado como filosofía.
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