Origen religioso de nuestra obsesión con el poder, ep 33
¿Por qué estamos tan obsesionados con el poder? ¿De dónde proviene esta tendencia a poner nuestra atención en aquellos que están en la cúspide de la jerarquía social? ¿Es realmente cierto que nuestra capacidad de ser felices depende de quienes ocupan las posiciones de poder? Estas preguntas nos llevan a reflexionar sobre la naturaleza de las jerarquías y su influencia en nuestra vida cotidiana.
Al analizar las relaciones sociales en la naturaleza, notamos que estas no se organizan de la misma manera que lo hacen en la sociedad humana. La jerarquía tal como la concebimos, con un “arriba” y un “abajo”, es una construcción humana. En la naturaleza, las relaciones están diseñadas para evitar conflictos y promover la cooperación, no para beneficiar a quienes se encuentran en la cima. En los sistemas animales, el “alfa” simplemente es el primero en tener acceso a los recursos, pero su posición no determina la felicidad o las decisiones de los demás miembros del grupo. Es un rol temporal y funcional, no uno que define el bienestar de la comunidad.
Cooperación y especialización en la naturaleza
Desde tiempos remotos, los organismos han adoptado un patrón de especialización y cooperación. Este principio ha sido clave en la evolución desde las primeras formas de vida unicelulares. Un ejemplo de ello se puede observar en las colonias de algas, donde algunos organismos se especializan en la reproducción mientras que otros se encargan del movimiento o la protección. La especialización implica una renuncia parcial a la autosuficiencia, ya que los organismos dependen unos de otros para sobrevivir.
La naturaleza, a través de la cooperación, busca siempre el beneficio del organismo en su totalidad, no de una parte específica. Este modelo de especialización y dependencia mutua ha permitido la evolución de formas de vida cada vez más complejas, como es el caso de la reproducción sexual, que surgió antes de la aparición de organismos multicelulares. La reproducción sexual, al mezclar material genético de dos individuos, introdujo una nueva dimensión de diversidad y especialización.
Las jerarquías en la naturaleza no son lineales
A diferencia de lo que solemos pensar, las jerarquías en la naturaleza no siguen una estructura lineal con alguien arriba y alguien abajo. Más bien, son redes de especialización que permiten la cooperación y la evolución. Un ejemplo fascinante es el de las cianobacterias, que revolucionaron la vida en la Tierra al desarrollar la fotosíntesis, un proceso tan eficiente que transformó los océanos al liberar oxígeno. Este “excremento” de las cianobacterias se convirtió en el alimento para los primeros animales, que se especializaron en consumir oxígeno, iniciando así una nueva era en la evolución.
Este proceso ilustra que, en términos de complejidad, los animales son más avanzados que las plantas, pero no existe una jerarquía en cuanto a dignidad. Las jerarquías basadas en la dignidad, en donde unos seres se consideran superiores a otros, son construcciones humanas. En la naturaleza, cada parte tiene su función y contribuye al bienestar del organismo completo.
La jerarquía y la religión: una conexión mal entendida
Entonces, si las jerarquías naturales no son lineales ni están basadas en la dignidad, ¿por qué los humanos asociamos el poder con el estatus superior? Aquí es donde entra en juego una interpretación religiosa mal digerida. En algún momento de nuestra evolución, el ser humano desarrolló la capacidad de comprender lo sobrenatural y de intuir la existencia de seres divinos. Esta intuición nos llevó a sacralizar las jerarquías humanas, creyendo que los que están “arriba” tienen el poder de hacernos felices o infelices.
Si bien hay algo de verdad en que la autoridad puede transmitir conocimiento y guiar, esta visión es incompleta. Hemos interpretado de forma demasiado literal la idea de que “Dios está arriba”, cuando en realidad lo divino no pertenece al espacio físico. Este pensamiento dualista, heredado de la filosofía griega, nos ha llevado a ver lo material como algo inferior y a poner nuestro foco en lo que está “arriba”, tanto en lo divino como en las jerarquías humanas.
¿Cómo cambiaría nuestra visión del poder?
Si pudiéramos sofisticar nuestra comprensión de lo divino y entender que tanto lo de arriba como lo de abajo son igualmente importantes, nuestra visión de la política y de la organización social cambiaría radicalmente. No pagaríamos impuestos para que alguien tenga poder, sino para que pueda cumplir la función de liderazgo, que consiste en dos tareas principales: detectar oportunidades y amenazas, y tomar decisiones colectivas que beneficien al grupo.
Este enfoque resalta la importancia de la auto-organización, un fenómeno natural que se observa en muchos sistemas complejos. En las sociedades humanas, esto implica reconocer que en los niveles más bajos, en lo pequeño, hay una sabiduría innata que también debe ser escuchada. La organización social no debe basarse únicamente en las decisiones de quienes están arriba, sino en un equilibrio entre las decisiones colectivas y la sabiduría de las partes más pequeñas.
Conclusiones y predicciones
A medida que avancemos en la comprensión de que el poder no reside únicamente en los niveles superiores, es probable que veamos una disminución de los conflictos. Gran parte de los enfrentamientos humanos no se dan por la defensa de recursos, sino por la búsqueda de ascender en las jerarquías de poder. Al perder el poder su sacralidad, es posible que estos conflictos disminuyan.
Además, una visión más completa de la realidad nos permitirá sentirnos más empoderados para actuar y mejorar el mundo. Dejaremos de pensar que necesitamos poder para generar cambios, y comenzaremos a reconocer que, a través de la cooperación y la especialización, cada uno de nosotros puede contribuir a un futuro mejor.
Resumen final
En este artículo, hemos cuestionado nuestra obsesión con el poder y el convencimiento de que en las jerarquías humanas se encuentra la clave de nuestra felicidad. Al contrastar esta creencia con las jerarquías naturales, que se basan en la cooperación y la especialización, vemos que nuestra interpretación es errónea. También hemos explorado la hipótesis de que esta obsesión tiene raíces en una interpretación religiosa simplista, que asocia lo divino con lo superior. Finalmente, hemos esbozado algunas posibles consecuencias de una visión más equilibrada del poder, entre ellas, una reducción de los conflictos y un mayor empoderamiento individual para hacer del mundo un lugar mejor.