¿Puede un cristiano imponer sus ideas sobre otros?

¿Puede un cristiano imponer su forma de ver las cosas a quien no es cristiano?

INTRODUCCION

Vamos a explorar la pregunta de si está bien que un cristiano intente llevar a los demás hacia su forma de comportarse y de ver el mundo (de querer y de conocer).

La respuesta final es que el cristianismo no es una preferencia, sino una explicación. Explicación significa, una idea que le da sentido algo. En este sentido, el cristianismo es la forma en que que TODO en el mundo debe ser juzgado, desde lo intimo y personal, hasta lo material, lo político y lo espiritual. Para una persona determinar si debe pararse a comprar la leche en esta tienda o en la otra, tiene que hacer referencia lo que le dice el cristianismo.

Pero no nos adelantemos. Para poder llegar a esta conclusión hay que dar varios pasos. La respuesta a esta pregunta, es sumamente interesante, porque exige, en el fondo, plantearse la forma en la que pensamos en la cultura occidental. Exige ir a la médula de la cultura contemporánea y entenderla. Para ellos, una visión que siempre es útil, es la histórica: ver cómo llegamos a pensar así.

Por qué pensamos como pensamos: historia de la cultura europea.

La modernidad comenzó con un experimento que hizo el hombre en los siglos 15 y 16, de intentar organizar el mundo sin tener que acudir a una referencia religiosa. La referencia religiosa había sido en todas las épocas y culturas, la forma tradicional de encontrar un criterio para organizarnos. No se trata de que empezara en estos siglos un ateísmo (impensable entonces) sino una separación entre lo religioso y lo secular: no usar ideas religiosas para decir cómo deben hacerse las cosas seculares. Pensemos, por ejemplo, en uno de los primeros teóricos de esta forma de pensar: Maquiavelo.

Lo primero, al empezar la modernidad, que hubo que replantearse en la pregunta “por qué tenemos que obedecer a las autoridades”. Antes era fácil: son los representantes de Dios en la tierra. Con la modernidad, se trató de justificar el poder en un “contrato social”: los hombres hemos firmado un contrato donde nos comprometimos a obedecer a los gobernantes, para poder vivir mejor que sin gobernantes.

La sociedad dejó de verse como un organismo natural y pasó a verse como una “corporación” artificial de individuos. Con esta visión, la clave para preservar el orden de la sociedad dejó de ser que el gobernante fuera fiel a los dioses. La clave para mantener el orden social pasó a ser que cada uno no se metiera en la esfera del otro: el individualismo.

Si la sociedad es una serie de individuos que tienen que coordinarse para no matarse entre ellos, entonces, el valor más importante para a ser la libertad, pero, no vista como se veía hasta la modernidad (como “capacidad de autogobernarse”) sino entendida ahora como “capacidad de moverse”. Es libre una vaca si se puede mover, y no lo es si está amarrada. Una libertad mecánica, o material (en oposición a la liberta fundamental o espiritual).

En este contexto empezó a desarrollarse el gran valor moderno de el individualismo: lo importante es no invadir el terreno del otro. Con esto podemos ya intuir por qué hemos pasado de un época en la que sentíamos la obligación de predicar la religión, a otra en la que predicar la religión es malo.

En este contexto, en la modernidad, la decisión política primaria consistió en escoger entre igualdad y libertad, porque es lo que hay que decidir si vas a coordinar individuos. De aquí surgieron los estatalismos (comunismo, socialismo, welfare state) y los liberalismos.

Y, finalmente, en este contexto, se desarrolló la idea de que las religiones son el auténtico enemigo de la paz, por que fomentan el querer imponer a otros las ideas de uno, que sería el gran pecado moderno.

Con esto entendemos porque pensamos, por qué mucha gente piensa, que un cristiano no debería de tratar de evitar leyes que autoricen el aborto, o el divorcio.

¿Cómo puede el Cristianismo, o cualquier religion, reclamar exclusividad?

Para entenderlo, tenemos que distinguir, en primer lugar, entre religión (entendida como respuesta a las preguntas sobre el origen y final del hombre) e ideología (entendida como conjunto de ideas sobre lo que es mejor hacer en un momento y lugar dado).

Tenemos también que distinguir entre conocimiento como información (el que hace falta para pasar una clase) y conocimiento como explicación (el que nos hace humanos, porque el procesar información también lo hacen los animales).

Con esta base, distinguiremos entre preferencias (que brotan de las personas) y explicaciones (que brotan de las cosas). Las preferencias colectivas (un IVU o un sales tax) se establecen por el tráfico político normal (presiones de cada parte, para medir quién está más interesado). Por el contrario, la forma correcta de comportarse depende de cómo son las cosas. Uno no se puede casar con su hermana porque la Naturaleza no está diseñada con esa capacidad. Uno no puede mentir, porque sería un uso anti-natural del lenguaje. La moral es la forma de respetar una Naturaleza que es común a todos los hombres. Por lo tanto, la moral es común a todos los hombres.

Lo que el cristianismo ofrece, y para estos efectos, cualquier religión, es una explicación de la realidad, no unas preferencias de cómo deben de ser las cosas. Por ser una explicación de la realidad, si resulta ser verdadera, entonces es universal, implica a todo el mundo, porque la realidad es común a todos (si existe la Luna, nos implica a todos).

La moral es la forma en la que hay que comportarse, derivada de la realidad de las cosas. No es una preferencia, que surge de mi individualidad, de mi posición concreta en el universo.

Para que esto se entienda en nuestro mundo, tenemos primero logra romper el paradigma individualista. Mientras se entienda a realidad como un conjunto de individuos (humanos y animales) que buscan su propia satisfacción, no estaremos entendiendo bien la realidad y, por lo tanto, no podremos vivir bien, con calidad.