¿Quién decide lo que está bien y lo que está mal? ¿Dios? ¿Los otros hombres? ¿La naturaleza? He repasado en los anteriores programas los pros y los contras de los tres grupos de soluciones que se dan al problema moral. Estas tres fuentes de la moralidad parecen tener cada una una parte de verdad, a la cual apostamos en definitiva. No se vayan, porque estamos buscando respuesta.

Buscando respuestas. El podcast donde Bobby López explora las preguntas que la filosofía cotidiana nos propone. Una vez que hemos analizado los tres grupos de explicaciones sobre quién decide lo que está mal, podemos pasar ahora a la parte más excitante de este análisis.

¿Con qué teoría moral nos quedamos? ¿Con cuál de las tres? ¿Con número 1, la explicación naturalista de la moral, lo que es correcto, lo impone la naturaleza, que discutimos en el episodio 3 titulado ¿Quién inventó la moral? ¿O número 2, con la explicación religiosa de la moral, Dios dice lo que se puede hacer y lo que no, que fue la que exploramos en el episodio 4, que se titulaba ¿Deciden los dioses lo que es portarse bien? ¿O 3, con una idea convencional de la moral, o con una idea de la moral convencional, los hombres de cada época deciden lo que se permitirá ser en su comunidad? Pues bien, lo que quiero proponer es lo siguiente. Primero que las normas morales son una forma bastante pobre de vivir bien. Vivir bien es para mí una respuesta personal a una llamada personal, que es el destino o el fate o la vocación de cada uno.

Y las normas morales son proposiciones generales y no pueden sustituir, sino tan solo ayudar a encontrar lo que uno tiene que hacer en cada momento, que es responder a su vocación, al propósito de su vida en ese momento. De hecho, podríamos vivir sin normas morales. Lo que no podemos vivir es sin ideales morales, sin una meta, sin un tipo de mundo al que queremos llegar, junto con un tipo de persona en la que nos queremos convertir.

Es decir, podemos vivir sin normas, sin planteamientos genéricos de lo que es un buen comportamiento. Pero lo que no podemos vivir es sin ideales, sin destino, sin el convencimiento de que estamos llamados a hacer nosotros algo y a hacer algo en el mundo. Y esta es mi primera posición sobre la pregunta del origen de la moral.

El segundo punto es bastante obvio también, que es para decidir lo que tengo que hacer. Tengo que apoyarme en lo que me dice la naturaleza, que es bueno, en lo que me dicen los demás, que es bueno, y en lo que me dice Dios, que es bueno. Para yo saber lo que tengo que hacer en un determinado momento, tengo que preguntarle, número uno, en primer lugar, a la naturaleza, a mi organismo y a mis emociones.

¿Qué debo hacer? Número dos, a los demás. ¿Qué esperan los demás de mí? ¿Qué esperarían mis papás si me vieran? ¿Qué pensarían mis hijos de lo que voy a hacer? Y número tres, Dios. ¿Qué pensará Dios de lo que voy a hacer? ¿Estará contento o vamos a empezar un poquito más hacia atrás? Yo no me siento en la tierra simplemente para ser un organismo viable.

Siento que tengo un destino más allá del puro vivir. Ese destino encontraré su sentido en cualquier narrativa religiosa. En esa narrativa, ¿qué espera Dios o los dioses de mí? ¿Cuál es mi papel en el que los dioses tengan para el mundo? Y con eso tenemos los tres principios en los que hay que acudir para uno saber qué es lo que debe hacer en cada momento.

Claro, la pregunta que viene a continuación es, ¿pero hay algún orden, hay alguna prioridad? ¿Qué pasa si mi cuerpo me dice, cómete otra chuleta, y mi razón me dice, no te la comas, que vas a engordar, y Dios no me dice nada sobre que tengo que comerme en este momento? ¿Qué tengo que hacer? Lo primero que tenemos que hacer es darnos cuenta que con esta pregunta hemos brincado de las normas al comportamiento concreto. Hemos brincado de las esencias a la existencia. Hemos brincado de lo abstracto a lo concreto.

Y esto es bien importante a la hora de buscar soluciones, porque solución sólo tiene lo abstracto. Lo concreto, la vida, no tiene soluciones. La vida concreta sólo tiene aproximaciones al bien.

Vivir es siempre problemático, y esto lo que implica en nuestro caso es que no existen unas normas morales, una guía, una receta que nos haga vivir bien. En cada momento tenemos nosotros que decidir qué es lo correcto con la ayuda de esas normas y con la ayuda de nuestra conciencia. ¿Qué implicaciones tiene esto para nuestro problema de quién decide lo que está bien y lo que está mal? Decide lo que está bien y lo que está mal en cada momento.

Cada persona que escuchando lo que le dicen la naturaleza, los demás y Dios, decide con su conciencia lo que debe hacer en cada momento. En resumen, ¿quién decide lo que está bien y lo que está mal? ¿Dios, el hombre o la naturaleza? Lo que está bien lo decide la conciencia de cada persona escuchando lo que le dice Dios, los demás y la naturaleza.