Si tienes casa, no tienes agallas
La fijación que hemos desarrollado desde finales del siglo 19 para que cada uno sea dueño de su casa, puede ser una causa de que la gente se haya vuelto tan mansa y conformista. Una persona que carga con un activo tan desproporcionadamente grande como una casa, acaba viviendo, no solo en él, sino para él. Y esto le hace especialmente sordo a cualquier llamado revolucionario.