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Hay que perder la libertad para ganar la libertad

Hay que perder la libertad para ganar la libertad

Existen dos libertades:
La libertad material: la capacidad de elegir, el tener opciones. La puede tener un animal que esté suelto.
La libertad espiritual: el ser el dueño de la propia vida, porque tomamos las decisiones que nos definen, más allá del dictado de los instintos.
El crecimiento en el ser humano se da elegiendo, decidiendo. Pero cada elección que hago (de profesión,  de esposa, etc) me limita, me hace perder opciones. Y si no decido, no crezco.
Para crecer, tengo que perder la libertad de elección, para así ganar libertad espiritual, para ser el dueño de mi vida.

Todos los perros van al Cielo

Todos los perros van al Cielo

Los animales todo lo hacen bien. Incluso cuando un perro devora a un niño. ‘Portarse bien’ es seguir el orden natural y animales plantas y minerales no pueden no hacrelo.
El hombre tiene un pequeño espacio entre su instinto y su obrar, de forma que no le bastan sus impulsos para acertar plenamente con su orden natural. Tiene que usar su inteligencia -que también tienen los animales- de una forma especial -que se llama razón- para llenar ese hueco -que se llama libertad- y encontrar el comportamiento adecuado.
Así como los perros aciertan siempre con su orden natural, con su posición correcta en el Cosmos, no todos los humanos, lo logran.
Nuestros riesgos son más grandes. Nuestros rendimientos también

El espíritu humano mide un bit

Lo que nos hace libres es la capacidad de decir sí o no a cada proposición que nos viene de la herencia o del ambiente. Esto es lo que nos hace dueños de nuestro destino, en un sentido distinto de los animales. Este bit (Sí/No) es el espíritu humano, en su dimensión material. En su dimensión espiritual, es de una riqueza inconmensurable.

El día que la libertad se encogió

El día que la libertad se encogió

La libertad en los clásicos (Plotino) consistía en identificarse con el Uno, que era completamente libre, porque era “causa de sí mismo”. Por lo tanto, la libertad clásica consistía en “ser dueño de uno mismo”.
Cuando en la modernidad (siglo 16) se pasó de un holismo (la verdad está en el todo) a un atomismo (la verdad está en las partes), la libertad pasó a ser entendida como “ausencia de oposición” (Hobbes en Leviathan), ausencia de amarres.
Pasamos de una libertad espiritual a una animal.

Las dos libertades

Hay un problema entendiendo la libertad, porque nos ciega la parte animal, y pensamos que libertad es tener opciones, estar desamarrados. Para un animal, la movilidad (su libertad) es un requisito para poder cumplir su fin, que es vivir y pasar vida.
Pero un espíritu no necesita movilidad. Lo que necesita un espíritu es “ver” la verdad para quererla. Es más feliz el espíritu que ve más.
La libertad es una separación entre la presentación del bien y el impulso a seguirlo.En los animales no hay este espacio: si se les presenta un bien tienden a conseguirlo, según la proporción que tenga con los otros bienes, siguiendo su programa genético, su naturaleza.
Pero el hombre es una mezcla de animal y espíritu. Por lo tanto, para ver cómo es la libertad en él, tenemos que entender en qué consiste la libertad en un espíritu. El espíritu que conocemos mejor es Dios, porque la Revelación nos habla más de Él que de los ángeles.
¿En qué sentido se dice que Dios es libre? Cuando aplicamos una cualidad a Dios es que estamos haciendo una interpolación entre una perfección que descubrimos en el hombre y el dato revelado.
En el hombre, su libertad implica que una vez que se le presenta el bien a su inteligencia, su libertad tiene que decirle a la voluntad que lo quiera.
Por otro lado, cuando decimos que Dios es libre estamos indicando qué no está determinado por otro sino por sí mismo, el se hace a sí mismo: lo que es y lo que hace no ha sido determinado por otro.
Los hombres tenemos una tendencia a ver esto de forma muy animal, y nos creemos que ser libre es no tener amarres. Y entonces llegamos a pensar que la libertad de Dios cosiste en poder querer cualquier cosa. Pero esto es animalizar a Dios. La esencia de la libertad no está en tener opciones, sino en ser uno causa, creador, señor de sí mismo.
Las opciones son un accidente, una manifestacion de la l ibertad en criaturas que tienen materia y tiempo y que, por lo tanto se van haciendo a sí mismas eligiendo entre alternativas. Si eligen bien muchas veces se les desarrolla un hábito, una capacidad de encontrar la verdad, hasta que llega un momento en el que no necesitan las opciones, porque distiguen al bien inmediatamente. A este estado se le llama el Cielo.