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El Rey y el Señor son las dos únicas instituciones políticas naturales

El Señor es el gobierno local, a quien uno acude cuando tiene problemas o necesidades de coordinación con los demás: pleitos o asuntos comunales.
El Rey es el Señor que no tiene arriba otro Señor. El Rey es un Señor que es soberano. Es lo que hoy llamamos es Estado Nacional, o la Nación Estado. Su fin principal es coordinar a Señores, en los temas que afectan a varias comunidades locales.
Puede haber muchas capas de Señores, que mandan sobre otros Señores. Pero se llama Rey a aquel que no tiene otro Señor encima,  al que es soberano.
Existen también ‘Imperios’, al mando de un Rey de Reyes, como por ejemplo, el Imperio Persa o la Unión Europea. Pero no es una institución tan natural como el Rey o el Señor.

¿Es mejor centralizar o descentralizar?

Las civilizaciones con mayores logros han sido las más centralizadas (desde la casa del Faraón, al gobierno americano o chino) ¿Podemos inferir de esto que es mejor delegar muchos poderes al Estado central?
Es evidente que se puede hacer mayores obras humanas cuantos más voluntades haya envueltas. En este sentido, los grandes presupuestos de los estados modernos permiten proponerse metas (explorar el espacio) implanteables a menor escala.
Pero “hacer cosas grandes” es tan solo una de las dimensiones del desarrollo humano. La otra dimensión es “ayudar a los más cercanos a que alcancen su fin”, que cada grupo esté pendiente del bienestar y crecimiento de sus miembros. Es un yin yang masculino-femenino que es la clave para vivir bien: la conquista y las grandes hazañas, por un lado, y el cuidado de la casa, por otro. Como todo yin yang o dialéctica, no pueden darse los dos a la vez, pero tampoco puede darse uno sin el otro.
Una civilización, que solo cultiva su lado masculino, de lograr proezas, sin valorar el cuidado de lo local, es una civilización desequilibrada, condenada a caer.
La lección a sacar de esto es que debemos detectar qué tareas de la actividad comunitaria se hacen mejor a nivel central y delegarlas confiadamente al Estado central o grupos de estados, y qué cosas se hacen mejor a nivel familar, tribal y local.
De lo contrario, la pretensión de construir grandes estados o imperios nos puede matar .

No a los países, sí a las ciudades

No a los países, sí a las ciudades

Una comunidad, es demasiado grande cuando, al mirar a las personas que lo componen, los ve como ‘iguales’ unos a otros, como si fueran números. Una comunidad no puede perder de vista la unicidad de cada mienbro. Por eso, la sociedad perfecta es la familia y, después, la ciudad. Más arriba de ciudades (lo que hoy llamamos países) no son comunidades sino coalicciones. Su valor es minúsculo.

Me empaché de instituciones

Me empaché de instituciones

Un invento característico de la Modernidad es las “instituciones”: hospitales, escuelas, corporaciones, agencias públicas, cárceles. Son arreglos racionales de recursos y personas.
Las instituciones son formas muy eficientes de hacer las cosas. Pero tienen el problema de que no saben resolver problemas. Porque las necesidades de cada persona son siempre únicas, no sirven las respuestas genéricas: ni para la salud, ni para la educación, ni la corrección.
Que cuiden de las personas su comunidad más cercana, hasta que se vayan apareciendo decisiones que se toman mejor en capas por encima de esas comunidades. Así hasta llegar a la comunidad mundial.

Patria no es un poligono

Patria no es un polígono, sino una pirámide.

Patria no es la tierra delimitada por unas fronteras, por un poligono. Patria es una pirámide, la que forman todas las personas que, a través de la historia, me han llevado a ser lo que soy. Patria no es la tierra que piso, sino la gente en la que me apoyo: mis padres de todas las épocas. Y quienes compartimos los mismos padres, somos una nación
Cuando, en el siglo 16, aparecieron los primeros países que no son naciones, el hombre empezó a quedarse huérfano, sin “patres”.

El instinto más mortal: el tribalismo

Uno de los instintos para la supervivencia que, si se desordena, nos puede hacer más daño, es el tribalismo o partidismo: la tendencia a agruparse con unas personas y separarse de otras, el instinto de pertenecer y el de tener enemigos.
Era muy útil cuando éramos sólo animales; ahora pueda matar a una sociedad.