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Cómo enseñar ballet a un elefante

Para reformar grandes instituciones, viejas y complejas (la Iglesia, la UPR) el mejor camino, en vez de reformar sus leyes y estructuras, es fomentar que se desarrollen en su interior instituciones ‘modélicas’, de mucha calidad y espíritu. Esto hará que el resto de la gran institución se vaya moviendo a imitar ese espíritu que ve bullir en el modelo.

No más profesionales de la Verdad

Cuando se reconozca que a la Verdad no solo se accede con la razón (sino también con la tradición y el corazón) entoces la busqueda de la Verdad no será algo para profesionales (filósofos, científicos) sino una obligación para toda persona.

No sabemos quién debe gobernar.

Durante milenios, se ha malgastado mucha energía intelectual en justificar por qué una persona debía ser el gobernante de un pueblo en vez de otra persona. Esta cuestión -quién debe gobernar- es, en su mayoría, una cuestión de conveniencia, no de verdad.
Decidir quién debe gobernar es una cuestión que está en el plano de la razón práctica (no de la razón teórica) por lo tanto a) no hay verdades absolutas, universales b) como toda cuestión práctica, hay que decidirla a la luz de todas las circunstancias.
Comprendo que alguien esté dispuesto a morir para que gobierne una persona en lugar de otra. Lo que no entiendo es que alguien pretenda crear una teoría política general que determine quién debe gobernar, ni si quiera qué formato (democracia, monarquía) debe tener el gobierno.

No a la escolarización

No a la escolarización tan larga. La educación debe ser perpetua y compatible con el trabajo y la familia. Encerrar a las personas en salones para educarlos es una pobre idea de lo que significa educar.

El individuo no es distinto de la sociedad

Hay que dejar de ver a la persona y a la sociedad como si fueran dos entes distintos que tienen que negociar entre sí el espacio de cada uno. La sociedad es otra forma de ser de la persona. Una persona es lo que sea como individuo más lo que sea como parte del todo.

El mayor estimulante: los ojos ajenos

El mayor estimulante para una persona son los ojos de sus iguales.