El hombre no es un animal racional, ep 31
Aristóteles, y la cultura occidental que lo sigue, definieron al ser humano como un “animal racional”. Esta idea ha sido central en el pensamiento occidental durante siglos. Pero, ¿realmente esta definición captura la esencia del ser humano o podría ser uno de los mayores errores de la historia del pensamiento?
En Occidente, hemos otorgado gran importancia a las definiciones como medio para entender la verdad de las cosas, una tradición que comienza con los griegos, particularmente con Sócrates. Sócrates creía que conocer y definir la virtud era prácticamente lo mismo que vivirla. Aristóteles, su discípulo indirecto, tomó esta noción y enfatizó que una definición debe capturar la esencia de las cosas, y esta influencia ha permeado profundamente el pensamiento occidental.
Sin embargo, esta aproximación no es universal. En las filosofías orientales, como la india, la definición no juega un papel tan central en la búsqueda de la verdad, salvo en algunas escuelas más racionalistas. En este artículo, nos centraremos en la búsqueda de la “quinta esencia” del ser humano, esa cualidad que realmente lo define.
La quinta esencia del ser humano
La palabra “quinta esencia” proviene del griego y se refiere a aquello que está más allá de los cuatro elementos básicos (aire, fuego, tierra y agua), lo que define a un ser entre todos los demás. Sabemos que el ser humano es un animal, pero ¿qué tipo de animal? Para responder a esta pregunta, adoptaremos un enfoque fenomenológico, observando el fenómeno del ser humano sin prejuicios ni ideas preconcebidas.
Entre hace 400.000 y 100.000 años, los seres humanos comenzaron a mostrar características que hoy consideramos distintivas de nuestra especie: la capacidad de usar el lenguaje, realizar enterramientos (lo que implica creencias en una vida más allá), la creación de arte, música, danza y el desarrollo de grandes grupos sociales, algo que diferencia al ser humano de los primates, cuyos grupos son mucho más pequeños. También en este periodo se produjo la domesticación del fuego y la creación de refugios. Uno de los aspectos más reveladores de esta época es el cuidado de los enfermos, algo que solo los humanos han mostrado hacer durante largos periodos.
Este conjunto de habilidades y comportamientos marca un cambio fundamental en la evolución humana. Durante millones de años, los homínidos vagaron por África sin mostrar estos rasgos. De repente, en un período relativamente corto de unos 300.000 años, se produjo una explosión de capacidad que cambió para siempre nuestra especie. La explicación más común a este desarrollo ha sido la aparición de la inteligencia.
¿Es la inteligencia la verdadera esencia del ser humano?
La inteligencia ha sido tradicionalmente definida como la capacidad de razonar lógicamente, una característica distintiva de los humanos según los griegos. Sin embargo, la inteligencia es simplemente la capacidad de procesar información, algo que todos los seres vivos hacen en mayor o menor grado. Lo que distingue a los humanos es la capacidad de abstracción y de reflexión, pero hay algo más: la aparición de una “limitación” en los instintos.
A medida que los humanos se desarrollaban, comenzó a aparecer un hueco entre los instintos y la acción. Los instintos ya no bastaban para guiar todas las decisiones. En lugar de simplemente reaccionar a los impulsos naturales, el ser humano debía detenerse, reflexionar y decidir qué hacer. Este “hueco” es lo que llamamos libertad. La libertad es la capacidad de tomar decisiones que no están completamente determinadas por los instintos o el entorno. Este pequeño margen, por más reducido que sea, es lo que define nuestra esencia.
Libertad frente a racionalidad
El concepto de libertad, en este contexto, no debe confundirse con la racionalidad. Mientras que la razón es la capacidad de procesar información de manera lógica, la libertad es la capacidad de elegir entre alternativas. Los griegos, aunque descubrieron la razón, no desarrollaron plenamente el concepto de la voluntad, algo que más tarde tomaría forma con el cristianismo. La voluntad, o el “querer”, es esencial para la libertad, ya que nos permite actuar no solo en base a la razón, sino también según nuestros deseos y valores.
Definir al ser humano como un “animal racional” ha traído muchos problemas, ya que la razón es una herramienta limitada. El pensamiento lineal, típico de la razón, no puede capturar toda la complejidad de la realidad, que a menudo es exponencial y no se desarrolla de manera predecible. Además, la razón no está al alcance de todos de la misma manera en que lo está la voluntad. El énfasis en la razón ha llevado a la humanidad a creer que la clave para triunfar en la vida es acumular información y conocimientos, descuidando otras dimensiones humanas importantes, como los sentimientos y la tradición.
Los tres caminos hacia la verdad
El ser humano tiene tres caminos principales para alcanzar la verdad: el sentir, el confiar y el razonar. El sentir incluye la intuición, la simpatía y la evidencia directa. El confiar abarca la fe en la tradición, la instrucción de los maestros y la creencia en un orden superior. Y, por último, está el razonar, que ha sido el camino más exaltado en la cultura occidental desde los tiempos de los griegos. Sin embargo, depender únicamente de la razón ha sido un error que nos ha llevado a desequilibrar nuestra comprensión de la realidad.
El descubrimiento de la razón fue un hito importante, pero también provocó una ruptura con formas anteriores de conocimiento, como la poesía y la tradición. Algo similar ocurrió durante la Revolución Científica del siglo XVII, cuando la ciencia, basada en el formalismo matemático, desechó la religión y los sentimientos como formas válidas de conocimiento.
Hacia una nueva cosmovisión
Aunque la razón ha sido una herramienta poderosa, también ha contribuido a la fragmentación de nuestra comprensión de la realidad. Sin embargo, estamos presenciando un cambio de cosmovisión en Occidente. Este cambio está siendo impulsado, en parte, por el ecologismo, que introduce una forma más holística de entender el mundo, al ver las cosas en relación con el todo, en lugar de aislar sus partes individuales.
El ecologismo, en su forma más profunda, nos invita a reconsiderar nuestra confianza en el racionalismo y a abrirnos a otras dimensiones del ser humano, como los sentimientos y la tradición. Este movimiento, aunque incipiente, representa una luz de esperanza en el horizonte, señalando que estamos en camino de recuperar una visión más completa de lo que significa ser humano.
Conclusión
A lo largo de este artículo hemos explorado la idea de que el ser humano no debe ser definido simplemente como un “animal racional”, sino como un “animal con libertad”. Esta libertad, que se manifiesta en la capacidad de tomar decisiones autónomas, es lo que realmente define nuestra esencia. Si bien la razón ha sido fundamental para el avance de la civilización, también ha limitado nuestra comprensión de lo que significa ser humano.
El futuro parece apuntar hacia una visión más equilibrada, en la que el ser humano recupere su capacidad de ser dueño de sí mismo, utilizando no solo la razón, sino también el sentir y la tradición. Esta reconexión con nuestra verdadera esencia nos permitirá enfrentar los desafíos del mundo moderno con una mayor confianza en nuestra capacidad para encontrar la felicidad y el bienestar desde dentro, en lugar de depender exclusivamente de estructuras externas.
En resumen, el ser humano es un animal con libertad, llamado a dominarse a sí mismo y a ser el arquitecto de su propio destino.