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El hombre no es un animal racional, ep 31

Aristóteles, y la cultura occidental que lo sigue, definieron al ser humano como un “animal racional”. Esta idea ha sido central en el pensamiento occidental durante siglos. Pero, ¿realmente esta definición captura la esencia del ser humano o podría ser uno de los mayores errores de la historia del pensamiento?

En Occidente, hemos otorgado gran importancia a las definiciones como medio para entender la verdad de las cosas, una tradición que comienza con los griegos, particularmente con Sócrates. Sócrates creía que conocer y definir la virtud era prácticamente lo mismo que vivirla. Aristóteles, su discípulo indirecto, tomó esta noción y enfatizó que una definición debe capturar la esencia de las cosas, y esta influencia ha permeado profundamente el pensamiento occidental.

Sin embargo, esta aproximación no es universal. En las filosofías orientales, como la india, la definición no juega un papel tan central en la búsqueda de la verdad, salvo en algunas escuelas más racionalistas. En este artículo, nos centraremos en la búsqueda de la “quinta esencia” del ser humano, esa cualidad que realmente lo define.

La quinta esencia del ser humano

La palabra “quinta esencia” proviene del griego y se refiere a aquello que está más allá de los cuatro elementos básicos (aire, fuego, tierra y agua), lo que define a un ser entre todos los demás. Sabemos que el ser humano es un animal, pero ¿qué tipo de animal? Para responder a esta pregunta, adoptaremos un enfoque fenomenológico, observando el fenómeno del ser humano sin prejuicios ni ideas preconcebidas.

Entre hace 400.000 y 100.000 años, los seres humanos comenzaron a mostrar características que hoy consideramos distintivas de nuestra especie: la capacidad de usar el lenguaje, realizar enterramientos (lo que implica creencias en una vida más allá), la creación de arte, música, danza y el desarrollo de grandes grupos sociales, algo que diferencia al ser humano de los primates, cuyos grupos son mucho más pequeños. También en este periodo se produjo la domesticación del fuego y la creación de refugios. Uno de los aspectos más reveladores de esta época es el cuidado de los enfermos, algo que solo los humanos han mostrado hacer durante largos periodos.

Este conjunto de habilidades y comportamientos marca un cambio fundamental en la evolución humana. Durante millones de años, los homínidos vagaron por África sin mostrar estos rasgos. De repente, en un período relativamente corto de unos 300.000 años, se produjo una explosión de capacidad que cambió para siempre nuestra especie. La explicación más común a este desarrollo ha sido la aparición de la inteligencia.

¿Es la inteligencia la verdadera esencia del ser humano?

La inteligencia ha sido tradicionalmente definida como la capacidad de razonar lógicamente, una característica distintiva de los humanos según los griegos. Sin embargo, la inteligencia es simplemente la capacidad de procesar información, algo que todos los seres vivos hacen en mayor o menor grado. Lo que distingue a los humanos es la capacidad de abstracción y de reflexión, pero hay algo más: la aparición de una “limitación” en los instintos.

A medida que los humanos se desarrollaban, comenzó a aparecer un hueco entre los instintos y la acción. Los instintos ya no bastaban para guiar todas las decisiones. En lugar de simplemente reaccionar a los impulsos naturales, el ser humano debía detenerse, reflexionar y decidir qué hacer. Este “hueco” es lo que llamamos libertad. La libertad es la capacidad de tomar decisiones que no están completamente determinadas por los instintos o el entorno. Este pequeño margen, por más reducido que sea, es lo que define nuestra esencia.

Libertad frente a racionalidad

El concepto de libertad, en este contexto, no debe confundirse con la racionalidad. Mientras que la razón es la capacidad de procesar información de manera lógica, la libertad es la capacidad de elegir entre alternativas. Los griegos, aunque descubrieron la razón, no desarrollaron plenamente el concepto de la voluntad, algo que más tarde tomaría forma con el cristianismo. La voluntad, o el “querer”, es esencial para la libertad, ya que nos permite actuar no solo en base a la razón, sino también según nuestros deseos y valores.

Definir al ser humano como un “animal racional” ha traído muchos problemas, ya que la razón es una herramienta limitada. El pensamiento lineal, típico de la razón, no puede capturar toda la complejidad de la realidad, que a menudo es exponencial y no se desarrolla de manera predecible. Además, la razón no está al alcance de todos de la misma manera en que lo está la voluntad. El énfasis en la razón ha llevado a la humanidad a creer que la clave para triunfar en la vida es acumular información y conocimientos, descuidando otras dimensiones humanas importantes, como los sentimientos y la tradición.

Los tres caminos hacia la verdad

El ser humano tiene tres caminos principales para alcanzar la verdad: el sentir, el confiar y el razonar. El sentir incluye la intuición, la simpatía y la evidencia directa. El confiar abarca la fe en la tradición, la instrucción de los maestros y la creencia en un orden superior. Y, por último, está el razonar, que ha sido el camino más exaltado en la cultura occidental desde los tiempos de los griegos. Sin embargo, depender únicamente de la razón ha sido un error que nos ha llevado a desequilibrar nuestra comprensión de la realidad.

El descubrimiento de la razón fue un hito importante, pero también provocó una ruptura con formas anteriores de conocimiento, como la poesía y la tradición. Algo similar ocurrió durante la Revolución Científica del siglo XVII, cuando la ciencia, basada en el formalismo matemático, desechó la religión y los sentimientos como formas válidas de conocimiento.

Hacia una nueva cosmovisión

Aunque la razón ha sido una herramienta poderosa, también ha contribuido a la fragmentación de nuestra comprensión de la realidad. Sin embargo, estamos presenciando un cambio de cosmovisión en Occidente. Este cambio está siendo impulsado, en parte, por el ecologismo, que introduce una forma más holística de entender el mundo, al ver las cosas en relación con el todo, en lugar de aislar sus partes individuales.

El ecologismo, en su forma más profunda, nos invita a reconsiderar nuestra confianza en el racionalismo y a abrirnos a otras dimensiones del ser humano, como los sentimientos y la tradición. Este movimiento, aunque incipiente, representa una luz de esperanza en el horizonte, señalando que estamos en camino de recuperar una visión más completa de lo que significa ser humano.

Conclusión

A lo largo de este artículo hemos explorado la idea de que el ser humano no debe ser definido simplemente como un “animal racional”, sino como un “animal con libertad”. Esta libertad, que se manifiesta en la capacidad de tomar decisiones autónomas, es lo que realmente define nuestra esencia. Si bien la razón ha sido fundamental para el avance de la civilización, también ha limitado nuestra comprensión de lo que significa ser humano.

El futuro parece apuntar hacia una visión más equilibrada, en la que el ser humano recupere su capacidad de ser dueño de sí mismo, utilizando no solo la razón, sino también el sentir y la tradición. Esta reconexión con nuestra verdadera esencia nos permitirá enfrentar los desafíos del mundo moderno con una mayor confianza en nuestra capacidad para encontrar la felicidad y el bienestar desde dentro, en lugar de depender exclusivamente de estructuras externas.

En resumen, el ser humano es un animal con libertad, llamado a dominarse a sí mismo y a ser el arquitecto de su propio destino.

El difícil arte de amarse a uno mismo. Ep 28

Pudiera parecer que amarse a uno mismo es algo extremadamente fácil, que más bien uno debe estar pendiente de que los instintos no lo lleven a uno dedicarse más tiempo, más atención de la que debiera, pero como vamos a ver en este episodio, el auténtico amor a uno mismo conlleva romper con unos miedos tan fuertes, conlleva una aceptación tan costosa de la posición de uno en la vida, que podríamos decir que es de los amores más difíciles que hay. ¿Consiste el amor a uno mismo en darse cuidados o es todavía más complejo? No se vayan porque estamos Buscando Respuestas.

Aunque se podría argumentar que lo más universal que hay es la obligación de amar, también tenemos que reconocer que amar es difícil. O sea, es universal, es asequible, está en todo, pero no deja de ser difícil.

Amar es natural, amar es espontáneo, pero amar bien exige esfuerzo, es decir, la aplicación de la voluntad y de la inteligencia de forma consciente. Por ejemplo, para que veamos lo complicado que es amar, muchas veces tenemos la idea equivocada de que amar es regalar, es dar algo gratuitamente, cuando lo cierto es que regalar y dar es sólo el comienzo, es solo la declaración amorosa. Me gustas o te quiero y por eso te regalo esto.

Pero el regalo no es la esencia del amor. Hay padres, hay esposos que sienten que dando, dando cosas, están cumpliendo su deber de amar, regalando cosas a sus hijos, dándole cosas a su esposa, están cumpliendo su obligación de amar. La esencia del amor es más una aceptación transformadora, es decir, un yin-yang entre querer a la persona como es y quererla mejor de lo que es, que tiene que darse a la vez, como en todo el yin-yang, a la vez.

Si hemos concluido que amar no es regalar, sino aceptar transformadoramente, es decir, aceptar lo que la persona es a la vez que quiero que sea mejor de lo que es, podemos aplicar eso al amor a uno mismo. La literatura de la autoayuda se puede resumir en que el amor a uno mismo consiste en darse básicamente cuatro cosas, una comida adecuada, no excesiva, un sueño adecuado, no demasiado escaso, un ejercicio que compense nuestra falta de movilidad cultural y ahora la meditación que es como aprender a pensar menos o a dejar de pensar de vez en cuando. Ahora bien, si amar no es tanto dar como aceptar, debemos entonces entender o aprender cómo uno se acepta con esa aceptación transformadora que hemos dicho que es la esencia del amor.

Aceptarse es súper complicado. Tendemos a estar completamente en desacuerdo con la vida que nos ha tocado vivir, con la forma de ser con la que hemos venido a este mundo, con la situación histórica que nos ha tocado enfrentarnos, con las raíces de las que somos parte. Se entiende por tanto que mucha gente prefiere darse cositas que no amarse, porque amarse implica aceptar la forma de ser con la que uno ha venido al mundo y esto es muy fuerte porque los instintos sociales nos llevan siempre a querer ser de otra forma.

Pero vamos a ser más explícitos y vamos a detallar qué es lo que uno tiene que amar de sí mismo. Amarse a sí mismo yo lo resumo sobre todo en amar la vocación que uno le ha tocado vivir. Vamos a explicar esto de la vocación, porque la vocación de una persona no es pertenecer a algo, o ser médico, o ser abogado, o ser madre de familia.

La vocación es una conjunción de dos cosas. Número uno, el equipaje que uno le ha tocado, con el que uno viene a la vida. Y número dos, el destino al que uno se siente llamado, entre otras cosas, al mirar su equipaje, sus capacidades o sus discapacidades.

El equipaje, a su vez, es una conjunción de la coyuntura histórica en la que uno nace y el endowment genético, o sea, no sé cómo se dice endowment, no se me viene a la cabeza cómo se dice endowment, la herencia genética que uno trae. La coyuntura histórica es, o sea, en la que uno nace, lo que uno tiene que aceptar como parte de su equipaje, esa coyuntura histórica es, número uno, la historia de sus papás antes de él, o sea, el linaje al que uno pertenece. Y número dos, el ambiente en el que uno se cría antes de uno poder elegir su ambiente.

Eso es la coyuntura histórica en la que uno nace, es parte de lo que uno tiene del equipaje que uno tiene que aceptar. El endowment genético es esa programación animal que tenemos y que define en bastante medida a el tipo de cuerpo que tenemos y ve el tipo de mente o tendencias psíquicas que tenemos, una cierta timidez, unas ciertas miedos, una cierta necesidad de los demás o de la aprobación de los demás, etcétera. Repito, para amarse a uno mismo, amar la vocación.

Amar la equipaje que uno trae a la vida y el destino al que uno se siente llamado. El equipaje que uno trae en la vida es la conjunción de la coyuntura histórica en la que uno nace y del endowment genético que uno trae. La coyuntura histórica es la historia de sus papás antes de él y el ambiente en el que uno se cría.

Esa es la coyuntura histórica que uno tiene que aprender a querer, convencerse de que es, en cuanto al endowment genético, es más fácil de entender, es toda la programación animal que traemos, es decir, el tipo de cuerpo y el tipo de mente que traen. El segundo componente de ese equipaje que dije que tenemos que componer nuestra vocación, que es lo que consiste en amar lo que consiste, lo que somos realmente, a lo que tenemos que amarnos. El segundo componente de ese equipaje, perdón, de esa vocación es el destino.

El primer componente es el equipaje, lo que uno trae, y el segundo es el destino a lo que uno está llamado, a donde uno tiene que ir con ese equipaje. El destino no es tanto un lugar como una dirección, no es tanto una meta como un camino, no es casarme con fulana, sino empezar ahora a montar un proyecto de vida junto a fulana. Esa es la vocación que uno siente en cada momento del tiempo.

No es ser médico, eso no es una vocación propiamente, sino empezar a buscar, a hacer un tipo de bien en el campo de la medicina. Repito, la vocación no está en el futuro, sino en el presente, siempre en el presente. La vocación es la dirección a la que apuntamos hoy, no es la vocación la meta a la que apuntamos en el futuro.

Bueno, pero esto ha sido la parte fácil, saber en qué consisten las piezas de amarse a sí mismo. Ahora viene la parte complicada, cómo yo me amo si no me gusta mi equipaje, si no me gusta mi destino, si no me gusta la coyuntura histórica en la que nací, el endowment genético que tengo, la historia, el linaje al que pertenezco, la historia de mis papás, el ambiente en el que me tocó vivir, nada de esto me gusta, cómo yo puedo amarlo. Pongamos un ejemplo, yo nací cojo, tengo una pierna más corta que la otra y eso ha tenido una repercusión enorme en mi vida, mis capacidades, mis relaciones, cómo hacer para quererme cuando tengo unas limitaciones objetivas tan obvias que limitan, que de verdad son limitantes, no es como un gusto, me gustaría tener los ojos de otro color, es como que mira, no puedo levantar, estoy en una cama, no puedo bailarme por mí mismo, hay forma de amar eso o incluso debe ser amado.

Bueno, para responder esto primero que tenemos que tener claro que tenemos una limitación en nuestro aparato afectivo, no una limitación sino un diseño que promueve que nosotros queramos tener cosas que los otros tienen: una cierta estatura, una cierta complexión, una cierta situación en la vida, una cierta posición social de nacimiento.

A nosotros nos gustan las cosas, cosas que tienen otros y esto es por diseño, por diseño animal porque los animales sociales, específicamente los humanos como animales sociales que somos, necesitamos estar mirándonos unos a otros para de verdad tener una vida comunitaria, nos importan mucho los demás. Si no fuera por eso no seríamos tan sociales y no hubiéramos podido llevar a cabo el destino para que como humanos estamos llamados. Pero, aunque es natural que nosotros nos inspiremos en las cosas que los otros tienen y que yo no tengo, para crecer, para buscar más, aunque es natural, esto no es el fin, es el comienzo.

Es decir todo lo que tenemos que hacer normalmente empieza por un mensaje que nos manda un instinto y nosotros sobre ese mensaje actuamos, ponemos los juicios de la razón y actuamo. El que nos agraden las cosas que tienen los demás es simplemente una llamada a mirar para inspirarnos.

¿Cómo yo amo entonces mis limitaciones objetivas, como yo amo el que tengo una pierna más corta que otra? Es un ejemplo hipotético. En mi caso yo tengo montones de limitaciones objetivas con respecto al promedio de la humanidad o a lo normal, vamos a poner, más que promedio, a lo modal, a lo normal en la humanidad. ¿yo puedo amar eso?

Bueno aquí está la clave, tengo que desarrollar un convencimiento de que el equipaje que traigo no es más grande que el de los demás, pero es el exacto que yo necesito para hacer lo que tengo que hacer. Repito no tengo que convencerme, es imposible que yo me convenza de que estoy dotado con todo lo que necesito, que estoy dotado por encima de los demás, soy súper dotado, no tiene sentido que yo pretenda convencerme de eso, es un engaño.

Claro para convencerse de que uno tiene el equipaje perfecto para el camino que uno tiene que caminar, lo más práctico, lo más rápido es tener un sentido trascendente de la existencia, es decir, el convencerse de que hay algo, alguien que está organizando las cosas; que nosotros no hemos caído en un mundo caótico, sino que hay un plan desarrollándose entre nosotros, Que la vida, y la realidad, es parte de un plan grande. Y entonces uno tiene que confiar en ese plan, obviamente cuanto más holista sea uno, cuanto más convencido de que el todo tiene un sentido, tiene algo que decir en el desenvolvimiento de las partes, pues más fácil es aceptar esta realidad.

De hecho, podría decir, que si uno creyera -yo creo que hay poca gente que crea esto- que no hay ningún plan en la realidad, que todo es simplemente azar, o sea, cosas chocando unas con otras y produciendo fenómenos increíbles como la vida. los planetas, las galaxias, etcétera; aunque uno creyera eso, existe un cierto convencimiento, los seres humanos tenemos, un cierto convencimiento interno, de que estamos aquí para algo. No tiene ese algo que ser muy consistente, que tenga mucha entidad, sino que sea simplemente como un sentimiento, vamos a reducirlo a eso.

Pues aún con ese pequeño hilito de convencimiento en la realidad, nosotros podemos llegar a la conclusión, sobre todo a medida que vayamos creciendo en edad y en sabiduría, podemos llegar al convencimiento de que tenemos el equipaje que necesitamos para lo que tenemos que hacer. Obviamente no quiero tapar el cielo con la mano, cuanto más uno tenga una cosmovisión holista, una visión trascendente de la vida, pues más fácil es aceptar esto. De hecho, podemos decir que las grandes religiones de la humanidad son simplemente gente convencida de que hay un master plan o un meta-plan que guía las existencias de todo. Y la intuición religiosa es de las cosas más comunes que hay en los hombres. Uno bien difícilmente podría ampararse en decir que yo no creo. Habría que decirle “mira flaco, reexamínate porque es bien raro que haya un ser humano que no haya intuido la llamada de la trascendencia”. Por ejemplo cuando una persona tiene hijos o tiene algo importante o que él considera importante que hacer en su trabajo, en su ambiente, entonces, siente realmente la llamada de su destino. Siente que está para algo, no hace falta un convencimiento super trascendental o una visión super trascendental de la realidad. En esas intuiciones tenemos que apoyarnos, por lo menos en estas épocas en las que no es común tener visiones muy amplias de la realidad, apoyarnos en esas intuiciones personalísimas que nos hacen convencernos de que estamos para algo y si miramos ese para qué estamos hechos, nos vamos a dar cuenta, poquito a poquito, hará sentido por qué somos como somos, por qué nacimos en este ambiente, por qué tenemos esta personalidad, por qué tenemos esta forma de ser, esta historia con la que cargamos. La respuesta es: porque es lo que nos permite estar en el sitio que estamos, en la posición en la que estamos, que es lo que nos permite hacer lo que tenemos que hacer.

No podemos acabar esta reflexión sobre un tipo de amor, sobre cualquier tipo de amor, sin hacer la siguiente consideración que hay que hacer cada vez que uno reflexiona sobre algo a lo que se está llamado a amar. Y la reflexión es lo siguiente, el arte de vivir es el arte de amar, el arte de amar es guardar la proporción adecuada entre los distintos amores.

Que el amor a mi auto no esté por encima del amor a mi hijo, pero precisamente lo que marca la armonía que deben de tener los amores es la vocación, es decir, posiblemente lo más importante que yo tenga que hacer esta noche es dormir, dormir es tan importante en la vida. En algún momento lo más importante que yo tenga que hacer durante el día que empieza hoy debe ser lavarme los dientes. Va a haber un momento donde eso es lo más importante, en el presente va a ser lo más importante el amor al que tengo que acudir, entonces lo que dicta la armonía, la forma de encontrar la armonía entre las distintas cosas que yo tengo que querer en la vida, es lo que yo estoy llamando la vocación que es como ese plan que engarsa lo que uno tiene con lo que uno tiene que hacer.

Bueno, en resumen y para acabar, lo que hemos visto en el episodio de hoy es el difícil arte de amarse a uno mismo, hemos acudido a la teoría de lo que es el amor, que no es dar, sino darse, el darse se concreta en la aceptación transformadora del otro, que se traduce en te quiero como eres y a la vez te quiero mejor de lo que eres, cuando esto lo aplicamos al amor a nosotros mismos, se concreta en el amor a la vocación que uno tiene, que es decir el amor al equipaje con el que uno viene a la vida y la misión que tiene que realizar con ese equipaje, la aceptación no es simplemente un ni modo, no me queda otro remedio, tengo que aceptar, no es una resignación, sino un auténtico amor, estoy entusiasmado porque con este equipaje que puede ser más o menos conspicuo, más o menos llamativo, tengo que hacer, lo que yo voy a hacer no lo puede hacer más nadie en todo el universo.

Esta aceptación de uno mismo, de lo que uno es, de lo que uno tiene que hacer, es sin duda la mejor forma de amarse a sí mismo.

La moral es para animales: los humanos tenemos mejores cosas que hacer (Ep 13)

La moral es para animales: los humanos tenemos mejores cosas que hacer

El renacimiento fue una época clave para definir la modernidad. No vamos a estudiarlo aquí, aunque lo haremos en su momento, pero sí podemos decir aquí que el renacimiento comenzó realmente en el siglo XII, no en el XV, como la gente piensa, pero fue violentamente interrumpido por la peste negra del siglo XIV y por ciertos cambios climáticos para reflorecer con más ímpetu y ya en sus manifestaciones artísticas, no en las primeras, que eran más científicas y filosóficas, para reflorecer en sus manifestaciones artísticas, sobre todo en la Europa del siglo XV y XVI, los famosos 480 y el 580 italiano. Lo que quiero señalar es que en esta época vio la luz, entre otros muchos fenómenos culturales, el humanismo.

El fenómeno cultural es una cierta forma de ver un aspecto de la realidad que es común a la mayoría de los individuos de una cierta colectividad. Pues bien, desde el siglo XII están empezando a llegar a Europa los escritos perdidos por un milenio de los sabios griegos que llegaron a Europa a través del contacto con el oriente, que fueron las cruzadas y la invasión de España por parte de los árabes. Este reencuentro con la filosofía y los escritos clásicos provocó en Europa un gran deseo de estudiar el mundo grecorromano, sobre todo sus obras, lo que se tradujo en la práctica como un nuevo sistema de estudios que, sustituyendo a los estudios clásicos del trivium y el quadrivium de la lógica, la gramática, etc., empezaron a enfocarse en el estudio de la humanitas, de las humanidades.

En el fondo, en un estudio del hombre, una obra simbólica o emblemática de esa época renacentista es quizá la obra de Giovanni Pico de la Mirándola en el 1486, titulada Oratio de hominis dignitate, oración sobre la dignidad del hombre, que es en el fondo un gran himno a lo central que es el hombre en la creación y a su gran diferencia sobre los otros seres. Comienza con esto el antropocentrismo, el centrar la realidad alrededor del hombre frente al teocentrismo más típico de la filosofía medieval. Fueron grandes humanistas o los más grandes humanistas, empezando por Petrarca y Boccaccio hasta llegar a Erasmo de Rotterdam y Lutero.

A partir de esta época, la consideración del hombre como un ser especial y centro del universo comenzó a despegar. Esta concepción del ser humano como ser superespecial y centro del universo duró, perduró por toda la modernidad hasta bien entrada la posmodernidad, donde empezó a surgir con todo el pesimismo que trae la posmodernidad el convencimiento de que el hombre realmente lo que es es un animal más, pero no sólo un animal más sino en muchos aspectos un animal peor que los demás, porque contamina, porque desplaza otras especies, porque daña el clima, etcétera. Entonces, finalmente, ¿el hombre es algo único o es más propiamente otro animal? Mi posición es más propiamente un subhumanismo o un cierto animalismo.

Este podcast está hecho para poner a la gente a pensar, cada uno piense, llegar a sus propias conclusiones. Yo doy mis ideas para que la gente se estimule a pensar y a encontrar sus respuestas. Pues yo propongo más bien un subhumanismo, un cierto animalismo, porque yo creo que el humanismo ha tenido consecuencias muy útiles, esta gran autoestima del hombre, pero creo que debemos ahora reforzar su animalidad.

Todos tenemos claro que el hombre es animal y al mismo tiempo es algo distinto de los demás animales. Yo soy de la creencia de que la mayoría de lo que nosotros llamamos obligaciones morales son realmente obligaciones naturales. No robar, no matar, no adulterar, no mentir, son mandatos de la naturaleza, son las formas de ser un buen animal humano.

Pero para mí es bien importante sacar estas obligaciones al ámbito natural o animal para que el hombre pueda plantearse correctamente en qué consiste su crecimiento, su florecimiento. El crecimiento del hombre no consiste en portarse bien, en el sentido de evitar estos pecados mencionados antes. El crecimiento del hombre tiene que estar predicado en algo más allá de ser un buen animal humano, además de pertenecer al orden del cosmos, al orden natural.

El hombre tiene una llamada metanatural, que podemos resumirlo que tiene una vocación a amar, tiene una vocación a amar. La preocupación por el bienestar de los no-parientes, de los extraños, incluso de los non-con-specifics, de los que están fuera de otras especies, y la llamada a buscar la unidad, que atenta en cierta medida contra las estructuras tribales animales normales. Estos son llamadas propiamente humanas.

En este plano metanimal es donde el hombre tiene que estar batallando por su crecimiento, por su realización, el portarse bien, el no matar, el no robar, el no mentir, el vivir según las reglas de la naturaleza. La moral, según la entendemos ahora, es realmente para animales.

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Las cuatro mutaciones que dieron lugar a las familias de humanos – Ep 7

¿Sabían ustedes que la especie humana sufrió unas mutaciones que casi la llevan a la extinción, pero que acabaron dando lugar a una sociabilidad tan grande en el humano que le ha permitido adaptarse a casi cualquier nicho ecológico? No se vayan, porque estamos Buscando Respuestas. Buscando Respuestas, el podcast donde Bobby López explora las preguntas que la filosofía cotidiana nos propone. Hemos visto en otros programas lo importante que la sociedad es para los humanos desde el punto de vista biológico.

La sociabilidad la definimos como el hecho de que unos individuos necesiten de otros para alcanzar sus fines y, por lo tanto, vivan en grupos. La sociabilidad no es común en la naturaleza. Se dan algunos insectos y muchos pájaros y mamíferos, pero esto es un pequeño por ciento de la biomasa de la Tierra.

En algunos insectos, como hormigas, termitas y abejas, la sociabilidad es tan grande que se ha llegado a la conclusión que se entiende mejor sus comunidades, el hormiguero, como un superorganismo, más que como una comunidad de individuos. Se les llama especies eusociales. Dentro de los mamíferos, los primates se llevan la palma de la sociabilidad y, entre ellos, van a ser primates hipersocial hasta tal punto que no se puede entender el fenómeno humano sin entender la vida social.

Nuestra compensación actual de la evolución sugiere que las principales mutaciones que desencadenaron este resultado son las siguientes. En primer lugar, la evolución del bipedalismo, del caminar erguido, provocó, entre otras muchas consecuencias, que el embarazo de las hembras limitara tremendamente su capacidad de movimiento. Además, se torció el canal uterino, haciendo que el parto fuera complicado y agotador.

Si han visto a otros mamíferos dar a luz, les sorprenderá lo sencillo que es para ellos, comparado con lo agotador que es para una humana. En segundo lugar, el agrandamiento del cerebro, la encefalización, hizo del parto un esfuerzo complicado y postrador. Estas crías de cabeza grande solo pueden nacer con un cráneo incompleto para que puedan salir a través del canal de la madre.

Y este cráneo incompleto hace que necesite un cerebro incompleto, hace que las crías salgan inmaduras, incapaces incluso de caminar durante un año, lo que los convierte en la cría más inútil y dependiente entre los mamíferos. En tercer lugar, los pulgares oponibles, es decir, que cierran en dirección opuesta a los otros dedos. Esto nos da a los humanos unas grandes capacidades para trabajar con las manos, pero con este pulgar oponible, las crías humanas dejaron de poder abrocharse el pelaje de la mamá con ese clip que tienen el resto de los primates.

Esta mutación obliga a las hembras humanas a llevar a sus bebés recién nacidos en los brazos, lo que limita al mínimo sus capacidades de recolección de alimentos. La aparición de todas estas mutaciones parecieran estar llevando a la especie humana hacia la extinción, pero todavía no hemos acabado, aparece otra mutación todavía más curiosa, que es la menopausia, que es el hecho de que a las hembras humanas se le interrumpe la fertilidad a la mitad de sus vidas, que es increíblemente curioso, considerando que la evolución es la maximización del flujo de vida. Sin embargo, la aparición de la menopausia permitió que las abuelas colaboren en la crianza de sus nietos, algo que sería imposible si las hembras humanas, como el resto de las hembras de la naturaleza, se mantuvieran fértiles toda su vida.

En este nicho ecológico, la naturaleza ensayó con un sistema reproductivo que incentivaba al macho humano a permanecer cerca de la madre de sus crías, ayudándola a nutrirlas. Este sistema reproductivo, que se conoce en biología como pair bonding, consiste en una relación duradera entre dos adultos que no son parientes. Esta aparición del pair bonding, que es nunca visto en los simios, aunque existen los monos, se completa con la aparición de las abuelas y esto dio origen a la evolución de una estructura social que llamamos familia humana.

Esta estructura debe entenderse como una placenta social que complementa a la placenta biológica para permitir un desarrollo de la cría humana a límites nunca antes vistos en la evolución. En conclusión, hemos visto cómo una serie de mutaciones de escaso valor para la sobrevivencia obligaron al humano a vivir en familia y luego a vivir en sociedad, dándole con esto una capacidad evolutiva que superó con mucho a las limitaciones iniciales que detonaron estos cambios. Entendemos de esta forma un poco mejor por qué el humano es un primate hipersocial y por qué necesitamos entender la sociedad para entender al hombre y vemos cómo no podemos entender a ninguno de los dos si no entendemos que lo que la naturaleza quiere hacer por ambas vías es pasar vida mejorada hacia adelante.

En resumen, número uno, la sociabilidad es un fenómeno de la naturaleza donde en algunas especies los individuos dependen unos de otros para cubrir sus necesidades. Número dos, el humano es una especie extremadamente social y esto se puede entender mejor por el efecto de algunas mutaciones que sufrió. El bipedalismo, el pulgar oponible, la tremenda cabeza de los bebés y la menopausia hubieran reducido el fitness de la hembra humana si no fuera porque apareció la estrategia reproductiva del pair bonding, del emparejamiento permanente que dio lugar a la familia.

Si imaginas tu muerte, quieres casarte

El hombre es el animal que puede imaginar el futuro. Esto implica que puede ver su propia muerte. Y esto le hace tomar algunas posturas vitales extremas.
Por ejemplo, le impulsa a que el matrimonio sea una promesa ‘para siempre’ (promesa estándar en todos los ritos matrimoniales), porque, de otro modo, con un matrimonio temporero, uno imaginaria, al final de sus días, una muerte en soledad, lo que es insoportable de imaginar.

La mayor parte de una familia son sus muertos

En el mundo Moderno, cada persona es un átomo aislado que tiene que buscar la felicidad para sí. Con esta visión individualista, hemos perdido el sentido de ‘linaje’, de que somo hijos y nietos de alguien, que le estamos dando continuidad a algo. 
La familia no es unas persona que viven juntas. Es una sucesión histórica de parientes donde las respuestas de cada uno están influidas por, y dan continuidad a,  lo que hicieron todos sus ancestros.

Is man good or evil?

Hobbes (+1679) assumed that man is wicked and, thus; the only way to get a functional society is with the Leviathan: a powerful sovereign. This is the seminal idea behind modern statecraft.
How important is to have the correct answer to the primordial question “is man basically good or evil?”.
To me, the most promising answer is the Catholic one “Man is good by design, but some primordial damage has left him somewhat weaken in his ability to do it right. This weakness is curable only with the help of the other fellow man”

Acertar con la mujer adecuada

Acertar con la mujer adecuada es una parte minúscula del éxito del matrimonio. Lo importante es lo que se haga después de conseguirla.

Life’s pleasures are not consolations, but callings

Life’s pleasures on food, sex, relationships,  etc are not scarce oasis of joy in a harsh life. Pleasures are, as well as pains, a calling to induce us to seek our biological purpose:  to preserve, enhance and pass on life.